tag:blogger.com,1999:blog-60874105836264502122024-03-05T01:58:36.510-08:00Fantasmas mendocinosAnonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.comBlogger13125tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-78186672499980913292011-05-18T05:54:00.000-07:002014-06-22T18:18:06.153-07:00Un alma en estado de extinción<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1NkY6q3dWhUCf5si4Tk6FKpa_4Gd0nZbIg_0ys0YnAH8TGBxu9YUwb8rMIDC7O94WShVkXpb_zDl9I1Mg2F4IQuKhrak2bigkipNug-v2sNKljvfTC31Vxk8h-XCFwGs_WVU3zfkuhp2D/s1600/oscuridad.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1NkY6q3dWhUCf5si4Tk6FKpa_4Gd0nZbIg_0ys0YnAH8TGBxu9YUwb8rMIDC7O94WShVkXpb_zDl9I1Mg2F4IQuKhrak2bigkipNug-v2sNKljvfTC31Vxk8h-XCFwGs_WVU3zfkuhp2D/s320/oscuridad.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5608039239281895730" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 217px; margin: 0 10px 10px 0; width: 320px;" /></a><br />
<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/295135-un-alma-en-estado-de-extincion/">Hacé clic aquí para leer el cuento completo. Fue célebre hace más de 50 años. Era amigable pero los que lo recuerdan lo califican como "inteligente aunque muy triste". El último descendiente de su familia se quedó hasta sus últimos destellos en un pueblito de Palmira.</a><br />
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<div class="body vsmcontent mainfont" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16px; line-height: 22px; overflow: hidden; padding-bottom: 8px;">
La Chimba es un lugar pequeño que hoy se confunde con el resto de Palmira, en el Este mendocino, debido al avance de la zona urbana sobre sus antiguas fincas y chacras.<br /><br />Allí, poco antes de llegar a la ruta que la conecta con el Acceso este a Mendoza, había una escuela, pequeña escuela, simbólica, casi de avanzada sobre la ruralidad que reinaba hace 70 años. Estaba habitada por un fantasma.<br /><br />Cuenta Dalinda Espinosa, una abuela que emigró al Gran Mendoza tras nacer allí, que su madre le decía que era “un fantasma bueno, pero triste y muy inteligente”.<br /><br />Si a alguien se le perdía un lápiz e invocaba al “Gumer” (Gumersindo, se llamó alguna vez el cuerpo que sostenía esa alma, parece) no lo dejaba en tu mano ni en el pupitre, pero lo encontrabas. “Si querías que el chico de varios puestos adelante te mirara, porque te interesaba, se lo pedías despacito al Gumer; y el pibe se daba vuelta y te hacía una sonrisa”, relata, hoy, la abuela.<br /><br />Nadie lo vio nunca y es por eso que se asegura eso de que “era inteligente”. “Sabía que no tenía que mostrarse. Entonces la escuela era un lugar sagrado, al que pocos llegaban y estaba lejos de cualquier vivienda, en medio de los viñedos. Calculo yo que si se mostraba rápidamente lo combatirían. Eligió ayudar”, explica Dalinda.<br /><br />¿Pero por qué aquello de la tristeza? “No lo sé –confiesa-. Mi madre dice que el vivo comentario entre los chicos era ese, que se vivía un clima de pesar, de lagrimeo y como que el fantasma buscaba estar siempre con los chicos, juguetones y bienintencionados”, sostiene hoy el recuerdo de aquellos relatos.<br /><br />Pero en la zona dan cuenta de una versión que, por lo menos, suena sofisticada.<br /><br />Pantaleón supo ser un manosanta conocido en la zona. Uno de los de antes, de aquellos que servía como médicos brujos, consejeros matrimoniales y, por sus rasgos, hoy calculan que pudo haber sido un verdadero chamán aborigen.<br /><br />“Era el último y en él viven todos”, explicó alguna vez. Su versión daba cuenta que “el Gumer” era el último miembro de su familia y que las almas acostumbran radicarse en el vástago más pequeño. Él lo había sido alguna vez. Pero no se casó ni tuvo descendencia. No tenía hermanos (algo rarísimos en aquellos tiempos de familias de hasta 20 hijos). Perdió a todos sus seres queridos, hasta que él mismo murió de viejo.<br /><br />El antiguo rancho abandonado, entonces, sin dueño a la vista y ya en poder del comisario político local, se volvió escuela. Y, entonces, en él vive toda la sabiduría acumulada por las almas de sus antepasados pero lo sume una inmensa tristeza: es el último eslabón de una energía que, en algún momento se extinguiría.<br /><br />Ya no hay escuela ni viven en la zona quienes fueron sus alumnos, probablemente. La ciudad avanzó y cubrió todo con negocios, salones, casas y estaciones de servicio. Pero en el lugar hay una plazoleta y aseguran que todavía, por las noches puede verse juguetear a un puñado de luciérnagas. Siempre en el mismo lugar. Siempre luminosas. Y creen que pueden ser los últimos destellos de un alma en extinción.</div>
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-55677399151122390512010-03-14T10:00:00.000-07:002014-06-22T18:14:47.443-07:00El carolino, la chamana y la muerte<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhL6Kd1mh6D2kFnfQ3PksHtQKd4H197J7iLMRFB_UGBMYQYmCFtWPvcDFNVKski6g6ZTXXMhSayg7_ARarYGhS97E9wN7a048Xi62d0d12PX7KwWs01_CCNzJkXtoUl7tQKfXWwESGpNRMg/s1600-h/carolino.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhL6Kd1mh6D2kFnfQ3PksHtQKd4H197J7iLMRFB_UGBMYQYmCFtWPvcDFNVKski6g6ZTXXMhSayg7_ARarYGhS97E9wN7a048Xi62d0d12PX7KwWs01_CCNzJkXtoUl7tQKfXWwESGpNRMg/s320/carolino.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5448535918854088178" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 217px; margin: 0 10px 10px 0; width: 320px;" /></a><br />
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Por Gabriel Conte<br />
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<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/196256-El-carolino,-la-chamana-y-la-muerte/">Durante dos siglos se conocieron historias sobre una presencia paranormal en un árbol gigante ubicado en Guaymallén. Lo rodeó la urbanización y muchos creyeron solucionar momentáneamente sus vidas acerrándolo. Una historia que aún pone la piel de gallina a los sobrevivientes. Y que jamás se contó.</a><br />
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<div class="body vsmcontent mainfont" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16px; line-height: 22px; overflow: hidden; padding-bottom: 8px;">
Las opiniones están divididas: mientras los más viejos aseveran sin dudarlo que "el barrio está maldito", sus hijos y nietos -los que quedan, por cierto- prefieren pensar que "esas ideas es cosa de viejos".<br /><br />El barrio está ubicado en Guaymallén. Como muchas otras urbanizaciones de Mendoza, hace unos 40 años se erigieron allí las viviendas para cubrir las necesidades habitacionales de un sector de empleados del Estado, avanzando sobre una finca.<br /><br />Las viñas fueron remplazadas por zapatas de cemento y viviendas familiares de tres dormitorios, todas iguales. A un lado de la urbanización se mantuvo lo que fue, en su momento, el núcleo de la importante finca: una gran casa construida con material antisísmico, sus jardines y unas cuatro hectáreas de bosque, olivos y algunos frutales rodeándola.<br /><br />La historia se repitió una y mil veces en la Mendoza impertinente que dejó extender su mancha urbana sobre las tierras productivas. Así, con el paso de los años, la propiedad fue vejada. Primero, fueron sus frutos, cosechados dañinamente por la creciente candidad de niños con que se fue poblando la zona. Después la emprendieron contra un gran árbol, un carolino casi bicentenario que estaba en la entrada a la propiedad. Lleno de mitos, lograron vencerlo: con hachas, con ácidos, con fuego. Lo desmembraron y lo usaron como leña en sus viviendas.<br />Luego, la casa, vandalizada más de una vez. De los originales dueños pasó a frustrados ilusos que soñaron con una coexistencia urbano - rural. Perdieron. Todos. Se fueron.<br /><br />La última frontera, sin embargo, había sido cruzada sin credenciales.<br /><br />Los más viejos, los primigenios habitantes del barrio, habían recogido los comentarios de vecinos que ya no existen y que supieron ser obreros de la malograda finca hace 50, 60 o tal vez más años.<br /><br />En aquel carolino residía un alma en pena, pero no cualquiera.<br /><br />Aseguran que allí se había corporizado en verde clorofila, fuertes ramas gigantescas y amenazantes y un tronco de más de dos metros de cintura y 30 de alto total, una chamana que se resistió a morir.<br /><br />Habría sido ella quien lo plantó allí, siguiendo algún ritual encargado, a favor o en contra de los dueños, detalle que aún permanece como una incógnita.<br /><br />Cuando el árbol daba sombra y miedo, muchos vecinos decían que veían a alguien saltando por las ramas, en las alturas. otros aseguran todavía hoy que fueron testigos de las carcajadas que surgían de allí algunas noches. Sin saber precisar si estos fenómenos ocurrían en fechas particulares (que tengan que ver con la luna, tal o cual celebración o conmemoración), recuerdan el fenómeno como habitual e intimidante.<br /><br />"Le tenían tanta idea al árbol que cuando pudieron, se la dieron", dice Juana, 83 años, abuela y también, bisabuela precoz desde la última cuadra del conjunto habitacional.<br /><br />Lo que cuenta ocurrió alrededor de 1985. Una crisis económica produjo que muchos de los propietarios sufrieran más de la cuenta. Diezmaron la finca en búsqueda de comida. Eliminaron el alambrado circundante para aprovechar sus dos condimentos: el alambre, para cambiarlo por dinero en el corralón cercano y los palos, para encender fuego en el duro invierno y calentar una sopa, un puchero y calefaccionar la casa.<br /><br />Juana recuerda que "estábamos todos muy mal, como ´sacados´. Repentinamente parecíamos saqueadores; estábamos muy mal", redunda, buscando excusas o bien, dándole entidad a los hechos.<br /><br />Tiraron abajo el árbol.<br /><br />Cada familia participante se llevó un poco de leña; bastante, en realidad. Pasaron bien el invierno, pero las consecuencias vendrían en el verano.<br /><br />Juana mira a Lidia (77, viuda, triste y silenciosa) su vecina de enfrente quye justo cuando hablamos del tema, se asoma a la vereda con una mano en jarra y otea alrededor para luego volver a su casa.<br /><br />"Pregúntele a ella qué les pasó a los que se trajeron la leña", dice y se pone a un costado de la historia, dando cuenta de su ajenidad.<br /><br />El verano fue dramático en el barrio. Juan, el hijo de Lidia, aquel joven que con alegría acompañaba a sus padres y hachaba las ramas con el carolino ya tendido sobre la calle, murió electrocutado al salir de la pileta del club cercano.<br /><br />Su amigo Rolo, que gestionó y consiguió una sierra a nafta para seccionar el grueso tronco, se mató al volcar su auto en una curva, en momentos en que volvía del sepelio de su amigo en desgracia.<br /><br />Cintia, la pizpireta piba que era el puro comentario de las viejas chusmas, y que el día del descuartizamiento del árbol saltaba y cantaba alrededor de todos, fue encontrada días después sin su ropa y lo peor: sin su vida, en un callejón cercano. No encontraron en sus restos indicio alguno de violencia.<br /><br />Marcelo, el hijo de Pedro, aquel mozo de la Casa de Gobierno que en su momento tiró de la soga que logró tumbar al carolino, contrajo una rara enfermedad y murió tres meses después que el primero: "es sida, es cáncer" repetían en las verdulerías, pero jamás supieron que fue. Muchos, por las dudas, ni fueron al velorio y sus padres, desconsolados, nunca más hablaron con sus ingratos vecinos.<br /><br />Sidanelia y Rosa son empleadas jubiladas de un hospital. Vieron morir a Gustavo, "El colo", el hijo de Irene, su hermana la soltera que esperaba que el chico superara el estancamiento económico familiar y superara el hecho de no haber conocido jamás a su padre. Pero él fue el de la idea de recurrir a la enorme planta como suministro de leña. "Tuvo una muerte súbita cuando jugaba al fútbol en la canchita con los otros pibes", cuenta Juana, secándose las lágrimas, agobiada por el lúgubre recuento y porque Lidia, la madre y su amiga de toda la vida, se metió un balazo en la sien cuando se cumplió el primer mes de la pérdida de su vástago.<br />Pero hubo más casos. Algunos hablan de casos ocurridos en gente que se cambió de casa y de quienes sólo se obtuvieron, con el paso del tiempo, malas noticias.<br /><br />Todos estos padres, sin embargo, no fueron los únicos que se entregaron al dolor supremo e innombrable de perder a un hijo, yaque hoy, el barrio nadie se habla con nadie, ya sea por H o por B, aunque todos saben por qué: es por C, por el carolino talado, pero no vencido.<br /><br />Y un detalle final: la carcajada aun despierta en las madrugadas a los vecinos, que ya no saben si es sugestión, pesadilla o simplemente la continuidad de una presencia que el paso del tiempo no logra doblegar.</div>
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-29452803910643185402010-03-02T09:30:00.000-08:002014-06-22T18:19:12.107-07:00Elsa, los osos y el comisario<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEhONxmJ566Kful1ihaI_VeJ9rQncrQMNGnsnuqzYAMHWU9T59BG8duq8QU2DjPm1oUKT2jUx5615CXfwdHHianaxuo5xj5vxY50zTqUsphKHSdJOCmI4uOoKW3MADqmnaFjS9kERRf7Pc/s1600-h/elsa.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEhONxmJ566Kful1ihaI_VeJ9rQncrQMNGnsnuqzYAMHWU9T59BG8duq8QU2DjPm1oUKT2jUx5615CXfwdHHianaxuo5xj5vxY50zTqUsphKHSdJOCmI4uOoKW3MADqmnaFjS9kERRf7Pc/s320/elsa.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5444090564508049922" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 160px; margin: 0 10px 10px 0; width: 320px;" /></a><br />
Por Diego Pascual<br />
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<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/193068-Elsa,-los-osos-y-el-comisario/">"La recién llegada se incorporó y, como una verdadera artista, retrocedió un par de pasos para contemplar su obra. Inmediatamente, al alzar la vista, advirtió, por la ventana aún sin cortinas, que a escasos tres metros, desde la ventana de la cocina del departamento vecino, una anciana, inamovible, la observaba".</a><br />
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<a name='more'></a><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">La tan ansiada mudanza había llegado. Valeria, Santiago y la pequeña Sofía estaban ya desembalando cajas en el quinto piso de una de las tantas torres de Mitre y Pellegrini. Sin finalizar esta tarea, al segundo día, Valeria comenzó con la primera mano de pintura a la bajo mesada, “algo viejita pero sólida, de las que ya no vienen”.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Con el mueble de cocina renovado casi en su totalidad, la recién llegada se incorporó y, como una verdadera artista, retrocedió un par de pasos para contemplar su obra. Inmediatamente, al alzar la vista, advirtió, por la ventana aún sin cortinas, que a escasos tres metros, desde la ventana de la cocina del departamento vecino, una anciana, inamovible, la observaba.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Con el pincel aún en alto, Valeria atinó apenas a un incómodo hola.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Hola mijita. ¿Son nuevos?</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Sí, nos mudamos ayer…</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Ah, yo vivo acá desde hace mucho, sola. Me llamo Elsa </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Yo Valeria, mucho gusto</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Y ese que está atrás suyo, ¿es su marido? ¿Usted es casada?</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Luego de voltear la cabeza:</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Detrás de mí no hay nadie, pero sí, vivo con mi marido, Santiago y mi hija Sofía, la que, precisamente, ya tengo que ir a buscar al jardín.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Yo, a usted, la voy a querer mucho mijita. El otro día había unos osos en su ventana.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- ¿Cómo dice? ¿Osos?</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Si, a veces son osos, a veces hombres. Acá, en mi casa, aparecen siempre.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;"> Apurada, pero en un tono cálido y comprensivo, Valeria le devolvió:</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Bueno abuela, no se haga problema; ya voy a avisarle a mi esposo para que esté atento. Voy a seguir con lo mío, sino no voy a llegar a tiempo a retirar a Sofi. Nos vemos después. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Durante la improvisada cena, aquel diálogo con Elsa fue apenas una anécdota a la que Santiago, entre risas, atribuyó al mal uso de los medicamentos, en ambas.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Al día siguiente, la joven pareja continuó desempacando, abriendo cajas y buscando el mejor lugar para sus pocos muebles. La pausa, que llegó entrada la noche, fue interrumpida por unos golpes a la puerta. Al abrir, Elsa estaba allí, luciendo una postiza y enorme sonrisa para su anguloso rostro, notoriamente delgada, pero con la energía suficiente para empujar su bastón, que finalizaba en tres patas, al interior de la vivienda</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Hola mijita, ¿Puedo pasar? ¿Me puedo sentar? Con 88 años, entenderá, no puedo estar mucho tiempo parada.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Hola Elsa. Si…, adelante, siéntese– soltó Valeria mientras, sin salir de la sorpresa, acompañaba a la visitante en su recorrido hasta la silla más próxima.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Sofía, sin parpadear ni dejar de sorber la cañita de su vaso de jugo, seguía cada lento movimiento de la anciana. La dueña de casa, rápidamente, le ofreció algo de beber y comer.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- No gracias. En realidad he venido porque a mi cocina han vuelto todos esos hombres y temo que me hagan algo, están siempre moviendo cosas de la casa. Me gustaría que su marido me acompañe y los eche. Al que más odio le tengo es al que silba esa música horrible, esos tangos. A mi finado marido y a mí nunca nos gustó el tango. Somos gente buena, yo soy buena.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Sin dejar de cruzar inquietas miradas con los otros dos habitantes del hogar, Valeria preguntó:</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Elsa, ¿no tiene usted alguien que la cuide?</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Mi hijo de vez en cuando me manda una chica, pero no me duran.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- No debería estar sola.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Prefiero, esas son todas iguales, no son buena gente. ¿Me puede acompañar su marido Desearía que me ayude a correr la lona del balcón. Está como agarrada y yo no tengo fuerza. Además hay unas macetas que debería correr, para que les diera el sol, pero con ellos ahí no me animo.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">El piadoso gesto de Valeria convenció a su marido, el que, con Elsa del brazo y disimulando su fastidio, emprendió la lenta vuelta al departamento contiguo. En el trayecto, el involuntario caballero vio como desde otra puerta, sin quitar la cadenita que la une al marco, otra vecina observaba la escena.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Una vez dentro de la vivienda, el acumulado olor a encierro y el monocromático ocre oscuro del ambiente impusieron a Santiago la necesidad de acelerar su misión, sin reparar en detalles.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Elsa, no se preocupe, si acá hubo alguien ya se fue. Veamos el asunto del balcón.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Ya van a volver…y ese que silba…</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Si llega a suceder me avisa. Abramos el balcón.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Ahora se esconden porque está usted ¿Quiere galletas? Yo soy buena.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- No Elsa, Gracias, quiero echarle un ojo a esa lona y volver a cenar.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Efectivamente, una de las argollas de la descolorida y resquebrajada lona estaba trabada por un alambre. Para facilitar el trabajo, dejando de lado su histórico vértigo, Santiago subió a una banqueta y comenzó a forzar. A los pocos segundos escuchó la voz de Elsa.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- ¿Quiere galletas? Yo soy buena.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Al voltear para ofrecer un nuevo y rotundo no, advirtió que la anciana estaba a pocos centímetros de él, volcando el peso de medio cuerpo sobre su bastón, mostrando su excesiva sonrisa marfil y alcanzándolo, desde abajo, aunque sus ojos parecían erráticos como los de un ciego, con una asertiva mirada. El brusco tirón de Santiago alcanzó para destrabar la cortina y, al mismo tiempo, pegar el salto que lo devolvió a tierra firme. Luego, un pequeño y rápido esfuerzo con el pie fue suficiente para reacomodar las macetas con mustios malvones y emprender, por fin, la vuelta a casa.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Ya en el pasillo, a sus espaldas, otra voz sonó:</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Evítese un disgusto. No entre más a lo de esa vieja loca. Ya hemos tenido problemas con ella en el piso. Uno va ayudarla y después dice que le han robado alguna cosa.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Se trataba de Norma, la vecina curiosa que, desde su puerta, había espiado el paso de Elsa y Santiago. Algo irritado y ya hambriento el joven preguntó:</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">-¿No hay alguien que se haga cargo de esta señora? ¿Nadie viene a verla?</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Si, su hijo. Ahora está retirado, pero fue comisario en los buenos tiempos.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- ¿Qué buenos tiempos?</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- El de los milícos, nene, ¿cuál va ser?</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Ya veo. Gracias por la advertencia. Buenas noches.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Sin devolver el saludo y abandonando el repentino tuteo:</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Dígame ¿usted alquila o….? </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Buenas noches.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Fue precisamente Norma la que, un día después golpeó la puerta de los nuevos vecinos con la fresca y buena noticia. El hijo de Elsa, en una de sus esquivas visitas, trajo una joven para que, “de hoy en más”, se haga cargo de los cuidados de la anciana. Valeria y Santiago respiraron aliviados.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">A la mañana siguiente, mientras Valeria ponía el agua para unos mates, desde la cercana cocina de Elsa llegó el grito de la joven.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">-Vieja de mierda ¿Cómo me hacés una cosa así? ¿Sos loca? A mí no me ves más el pelo. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;"> </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">A los pocos minutos, el fuerte y seco portazo, además de inaugurar preguntas, auguró días difíciles. Durante un par de noches de esa misma semana, pese a las advertencias de Norma, y con la sola intención de que la ya molesta y casi diaria presencia de Elsa no se extendiera en su hogar hasta tarde, Santiago tuvo que acercarse a la casa vecina para marcar presencia frente a “unos hombres que, luego de mover algunos objetos, desaparecían bajo el sillón, un par de osos y el siempre molesto silbador de tangos”.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Una nueva semana echó a andar y regaló a la pareja cuatro días sin sobresaltos. Llegada la noche del viernes, con Sofía ya durmiendo, el humilde programa consistía en destapar aquel debido Malbec roble y ver “esa de Kim Ki-duk, que tanto promete”. La mesa estaba servida y la película a punto de rodar cuando la puerta pareció caerse abajo por los golpes. Sobresaltada y descalza, Valeria corrió a atender. Era Elsa.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Mijita, ayer vine y no estaba, ¿adónde fue. Necesito que venga ya a mi casa.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Elsa, no lo tome a mal pero estoy ocupada, estaba por…</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- No, le digo que venga conmigo. Están ahí. Yo a usted la quiero mucho.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Pero Elsa, no puedo. Por qué no vuelve a su casa y se tranquiliza</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- ¡Puta, te digo que véngas!– mientas, desencajada, comenzaba a golpearle los pies con las tres patas de su metálico bastón.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- ¡Elsa Basta! ¡Me duele!</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- ¡Son todas iguales!</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Alertado por los gritos, Santiago llegó rápidamente, apartó a Valeria y, como tantas veces, pero con más fastidio que de costumbre y sin emitir palabra, se lanzó por el pasillo con Elsa del brazo. La anciana no paraba de hablar, pero poco importó; él tenía una sola cosa en mente: contactar de forma urgente, y como fuera, a aquel esquivo hijo, por más comisario, retirado y “buenos tiempos” que fuera. Era imperioso que éste se hiciera cargo de la situación. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Nada de esto hizo falta. Al día siguiente, durante la siesta, Norma lanzó una primicia que parecía quemarle la boca: “Esta mañana, cuando ustedes no estaban, en el más absoluto de los silencios, vinieron a buscar a Elsa. Se la llevan, parece, a vivir con ellos”. La pareja no lo creyó hasta que dos días después, al salir del ascensor, en medio del pasillo, Norma les presentó al hijo de Elsa, el que, junto a otros dos hombres, “vino por todos los muebles de su madre”. Evidentemente había perdido cabello, cintura y el negro de su bigote, pero el tono de sus indicaciones, que Norma repetía admirada y como si hiciera falta, daba la sensación de que nunca se había retirado. Se fue sin saludar. Era la paz.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Al inicio de ese fin de semana llamó Paula, una entrañable amiga de Valeria, que quería acercarse a conocer y brindar por el nuevo hogar de la pareja. El encuentro se acordó para la noche de ese mismo sábado. Casi puntual, la invitada golpeó a la puerta. Traía abrazadas un par de botellas y alguna que otra bolsa “con algo para picar”. Mientras dejaba de a una las cosas sobre la mesa comentó:</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Menos mal que justo venía entrando al edificio tu vecino de al lado, me sostuvo la puerta y me abrió el ascensor. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- ¿Qué vecino de al lado?- preguntó Valeria, recordando que pegado al suyo el único departamento es el recientemente desocupado por Elsa, y del otro lado está sólo la escalera principal del edificio. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- El de acá al lado, mujer- señalando con la cabeza el departamento de Elsa.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- ¿Tan rápido tenemos vecino nuevo?- mirando a Santiago</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- Parece que él a ustedes ya los conoce, fue quién me indicó cuál era la puerta </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- ¿Cómo es?</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">- No sé, flaco, alto, cero onda para vestirse, pero muy alegre. Me dijo como en broma que ojalá los amigos que esperaba hoy se acordaran como yo de traer vino. Cuando recién me abriste te hubieras fijado, entraba justo a su departamento. ¡¿Me vas a decir que no lo escuchaste?!; estaba silbando fuerte, creo que un tango. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Santiago no aguantó la curiosidad. Valeria no se animó, se quedó pegada a su puerta junto a Paula, quien volvió a señalar con la cabeza. Sí, no había dudas, era la puerta de Elsa. Frente a ella, Santiago se agachó, de a poco, hacia la cerradura esperando ver algo que corroborara la presencia de alguien. Todo estaba oscuro, sin ruido. Tomó coraje y, volviendo la mirada hacia las dos amigas asustadas, golpeó la puerta, insistió, pero no atendió nadie. Esa noche fue larga y faltó vino.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">-----</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-66789120608065146602010-02-15T06:31:00.000-08:002014-06-22T18:20:01.570-07:00La casona de Palmira<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqp3g8IdG-ZCPQLHXQ5Qr72HNzlE-zDAQsYOYBWTlQPIcNzLF5CTct4hrkQGRVFT1I78Ib5hLfdXJ54VDyk9AJAhVycy_5hhpiCL7ehZZzfmL-DuES2zywahbLP8zFlQ3OUWTJMG2qCcbh/s1600-h/casona.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqp3g8IdG-ZCPQLHXQ5Qr72HNzlE-zDAQsYOYBWTlQPIcNzLF5CTct4hrkQGRVFT1I78Ib5hLfdXJ54VDyk9AJAhVycy_5hhpiCL7ehZZzfmL-DuES2zywahbLP8zFlQ3OUWTJMG2qCcbh/s320/casona.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5438478374958305970" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 167px; margin: 0 10px 10px 0; width: 250px;" /></a><br />
Por Maximiliano Azcurra<br />
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<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/190016-La-casona-de-Palmira/">Personajes que habitaban una casona en la localidad sanmartiniana de Palmira y que nunca terminaron por ser descubiertos. Un intento de exorcismo. Allí estaban esas presencias. ¿Están todavía?</a><br />
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<a name='more'></a><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">El antiguo caserón de madera y piedra podía resultar algo lúgubre para los habitantes del lugar que día a día pasaban por la angosta vereda de la imponente estructura. Sin embargo, para los Lugano, recién llegados de Buenos Aires, esa era la casa que habían soñado toda su vida. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">“La casa negra”, como la conocían los pobladores, por sus tejas de color oscuro y la sombra que al caer la tarde dominaba su jardín, se erigía imponente sobre la antigua ruta siete en la localidad de Palmira. El sueño de cualquier familia que acostumbrada al conglomerado de cemento de Capital Federal, encontraba en esta zona tranquila de fincas y frutales, el lugar en el mundo para ser feliz.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Una tarde de verano, el cartel oxidado que colgaba de su puerta y en el cual con mucho esfuerzo se lograba leer la inscripción “Se alquila”, fue removido y los Lugano iniciaron una nueva vida en la casona que sería la envidia de todos los amigos porteños, que debían conformarse con una terraza en sus momentos de ocio. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Rodrigo y Marina, el feliz matrimonio con dos niños, Lucila de ocho años y Marcos de seis, no tardaron en acomodarse y hacer de la casa su hogar. Incluso Rodrigo, cuando regresaba del trabajo que había conseguido en Rodeo del Medio, dedicaba horas a las enredaderas del jardín y acabar con la maleza que de a poco se había ido apoderando del sector sur de la casa. Por su parte, Marina, abocada a iniciar su vida como contadora aquí en Mendoza, intentaba de a poco generar lazos que le permitieran de una buena vez desarrollar su profesión. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">La fresca noche de marzo encontraba al matrimonio abrazado en el jardín, tomando un “Margarita Frosen”, era el trago preferido de ella y siempre en los momentos especiales para la pareja, Rodrigo se encargaba de preparar lo que para Marina era el corolario de los buenos momentos. Más aún considerando que los niños dormían en sus habitaciones de la planta alta, y la brisa de verano acariciaba sus cuerpos haciéndolos sentir adolescentes. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Pero los besos y abrazos fueron interrumpidos por un grito, no era esta vez el padre de Marina ordenándole que se baje del auto de ese joven y entre a casa, sino un alarido de terror, desesperado, y con la agudeza de la garganta de un niño. “Es Lucila”, se percató la madre que inició el camino hasta los cuartos de arriba, antes pasando por el hall, la sala de estar, el estudio, el comedor, hasta llegar a la escalera de roble que unía las plantas. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Lucila estaba sentada en su cama, llorando desesperada como cuando Ringo, su perro, había sido atropellado. “¡Un enano mamá! Me tenía de las manos y otro me pegaba en la cabeza”. Y siguió llorando…</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">La tranquilidad de una vida perfecta se cortó como manteca con un cuchillo caliente. Hacía algunos días, Rodrigo quien siempre dejaba su ropa blanca de trabajo tendida sobre la cama, había encontrado “patitas de hombre” marcadas en la tela. ¿Duendes? Se preguntó. En el almacén había escuchado hablar sobre estos pequeños que habitan la zona y se encargan de molestar y hacer bromas pesadas a la gente. Pero no le dio demasiada importancia.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">La feliz familia comenzó a sufrir la vida acompañados por quienes se encuentran al final del arco iris. Los trabajos de Marina sobre sus primeros clientes desaparecían, las enredaderas de Rodrigo amanecían podadas con extraños diseños. El perro Willy, un labrador de pelo largo, se alteraba hasta entrar en frenesí, cuando por la noche lo ataban al gran Pimiento que dominaba el parque.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">El temor se apoderó de los Lugano, que no encontraban explicación para los extraños sucesos y sin querer apresurarse en una decisión, prefirieron obviar lo que estaba pasando y organizaron una cena con los nuevos amigos de Rodrigo, ellos de San Martín. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Luego de un exquisito pollo al disco, y de tomar algunos tragos, los invitados propusieron jugar al juego de la copa. Entre dudas y miedos, Marina, quien es más temerosa que Rodrigo y prefería ir a ver televisión con los chicos, terminó participando. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">El diabólico vaivén entre letra y letra, que una copa aún manchada con un tinto desplegaba en la mesa de los Lugano, llenó la sala de un silencio sepulcral, y los rostros adustos del comienzo, se transformaron en expresiones de pánico.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">A esa altura nadie imaginó que Ricardo, uno de los visitantes, estaba tan aterrado que no aguantó y tomo la copa entre sus manos y la arrojó contra la pared, rompiéndola en mil pedazos.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Dicen los que han podido vivirlo, que al ser la copa destruida el espíritu escapa y se adentra en el cuerpo del participante más débil. Así fue que los gestos de Marina se desfiguraron y todos en la sala se espantaron. Comenzó a maldecir y hablar en idiomas desconocidos, su frente se arrugó como la de un anciano y sus piernas se vencieron, haciéndola caer al frío suelo ante la mirada de los pocos que no escaparon ante el primer grito de la joven. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">El cura de la zona los visitó a los días, luego de una recorrida por la casa y de llevar a cabo un leve exorcismo con Marina, quien ya se encontraba mejor, les indicó que aquel fantasma que logra liberarse, nunca más abandona la casa en donde encontró su lugar. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Fueron seis meses los que la familia Lugano vivió en Palmira. Hoy en Buenos Aires viven separados, nunca pudieron superar lo que vivieron. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Dicen en la zona que el caserón de la antigua ruta siete aún mantiene las cortinas rojas que Marina colgó el día que llegaron y que en las noches de verano suelen verse sombras caminar por el interior de la casa. ¿Cómo reconocerla? Tiene un oxidado cartel blanco en la puerta, donde se lee la inscripción “Se Alquila”.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">-----</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-3527948709749684972010-02-10T09:50:00.000-08:002014-06-22T18:20:55.975-07:00Esa casa<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwfNDf1Q30t-rLfG5Ad-Pv-62Bx1WtaqIEWyyoDSa7i3H3J4py4cPTNTRVTexBwxGSit6uHxB3eoh54jg2OPO8x3jI6a9ybMsHLdoBsvWIPEDcvVYz_wsziXtgrsd3kOdgnzBmgpZu_dVD/s1600-h/casa+adobe.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwfNDf1Q30t-rLfG5Ad-Pv-62Bx1WtaqIEWyyoDSa7i3H3J4py4cPTNTRVTexBwxGSit6uHxB3eoh54jg2OPO8x3jI6a9ybMsHLdoBsvWIPEDcvVYz_wsziXtgrsd3kOdgnzBmgpZu_dVD/s320/casa+adobe.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5436674108700243714" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 160px; margin: 0 10px 10px 0; width: 320px;" /></a><br />
Por Gabriel Conte<br />
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<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/188491-Esa-casa/">Un hombre con su bolsa de las compras que entraba y salía, a la distancia, hasta que nunca más nadie lo vio. La casa que se agotó y cayó. Y la revelación de sus familiares, que desconcertó a todo un vecindario, en Villa Hipódromo.</a><br />
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<a name='more'></a><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">“Don Juan”, “El viejo”, “El tano”, “Cacciaguerra” son algunos de los apelativos con los que los vecinos de la populosa barriada de Villa Hipódromo acostumbró, a lo largo de los años, mencionaron al solitario habitante de la casa vieja y abandonada, ubicada al fondo de lo que alguna vez fue un jardín, pero que todos recuerdan como un campo seco y estéril.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Hasta 2007 todos lo vieron alguna vez, pero nadie puede recordar haber hablado o intercambiado algún saludo con él. Todos los vecinos, hasta ese año en que la casa, de un día para el otro se desplomó, lo vieron. “¡Siempre igual!”, se dan cuenta ahora, cuando alguien les pregunta por él.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Solo, perceptible a la distancia como muy entrado en años, vestido de chaqueta negra y, por cierto, todo de negro, la mayoría de los vecinos apunta un detalle: la bolsa que portaba en las escasas ocasiones en que entraba o salía de la casa.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Se trataba de un entretejido confeccionado artesanalmente con los viejos sachets de leche marca “Valle Uco”. Estirados verticalmente los envases plásticos, pasaban –hace añares- por las manos de alguna ama de casa y se transformaba, nudo tras nudo, en una bolsa-para-hacer-las-compras. No servía para otra cosa y las artesanas lo exhibían con cierto orgullo de recicladota, al cruzarse en las calles de cualquier barrio mendocino.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">La cuestión es que “Don Juan” –así optaremos por llamarle- desapareció junto con la casa. No bien amaneció por el suelo cual puré de adobes, la gente llamó a bomberos, policías y médicos, al temer que el hombre hubiese quedado atrapado allí. Pero no. Todo indica que, si estaba, terminó siendo parte de aquel puré.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Meses después (algunos vecinos dicen que “justo un mes”, taxativamente; otros aseguran que pasó “mucho más tiempo”) llegó un grupo de gente: dos adultos, un adolescente y un bebé. Miraron el terreno y ordenaron a un grupo de obreros una serie de movimientos, dando inicio a una limpieza definitiva del terreno. Ese día, lo predispusieron para iniciar una construcción, que nunca empezó.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Fue ese día cuando más de una vecina se tapó la boca, con fuerza, y agrandó los ojos, desorbitándolos. Los decididos visitantes eran parientes de Don Juan, de Juan Cacciaguerra, para ser precisos.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Pero rieron a gritos cuando recibieron reproches por el abandono del anciano y reclamos por el destino del habitante de la casa que se cansó de tenerlo adentro: “Nuestro abuelo era un viejo cascarrabias, pero buena gente, ¿no?”, preguntaron. La sorpresa vino junto con la siguiente información: “Siempre vamos al cementerio de Río Cuarto, en donde lo enterramos cuando falleció, en 1988. Siempre nos contó de esta casa, en donde había muerto la abuela, en el ´86. Apenas se quedó sólo, se mudó con nosotros, pero no aguantó. Se quería volver todos los días”.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">-----</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-52584651993854548812010-02-02T06:10:00.000-08:002014-06-22T18:21:51.990-07:00El juego de la copa<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqybLfHcix-nN9ZSpNOU2J5tr8NIq3VWhPwqLYgGae5mg1jjQRiAl8UItCBEruPytWrjvSNwXZ0fbskVa8eBaiekULwro_hJLbVAUTvPJnTa3E-Nyy5rAO13TRZonyGhQGf8PG4BnWyeet/s1600-h/copa.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqybLfHcix-nN9ZSpNOU2J5tr8NIq3VWhPwqLYgGae5mg1jjQRiAl8UItCBEruPytWrjvSNwXZ0fbskVa8eBaiekULwro_hJLbVAUTvPJnTa3E-Nyy5rAO13TRZonyGhQGf8PG4BnWyeet/s320/copa.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5433648562985562834" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 160px; margin: 0 10px 10px 0; width: 320px;" /></a><br />
Por Patricia Rodón<br />
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<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/187088-El-juego-de-la-copa/">Cuando se sentaron a jugar alrededor de la mesita de vidrio, no imaginaron jamás lo que sucedería. Había que probar el famoso juego. Es más: había que desafiarlo.</a><br />
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<a name='more'></a><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Eran cuatro parejas de novios, tenían alrededor de 25 años y presumían de escépticos, universitarios, intelectuales. Esa noche de enero en el barrio Infanta era particularmente calurosa, los padres de Carlos estaban de vacaciones y la casa era para ellos. Eso significaba un poco de juego y un mucho de sexo.<br /><br />“¿Y si jugamos al juego de la copa?”, preguntó Claudia. Todos accedieron. Escribieron las letras del abecedario en una cartulina y las recortaron. Eligieron una copa de vino del modular, sacaron el elefantito de cerámica y el tapete de crochet de la mesa de vidrio del living y se dispusieron para el juego.<br /><br />Nadie sabía, más que por vagas referencias, cómo empezar. José fue el primero en interrogar a la copa con un “¿Hay alguien aquí?” Ante la inmovilidad del objeto cuestionado, las bromas no se hicieron esperar. Pero José insistió un par de veces. Y la copa se movió desde el centro de la mesa primero hasta la S y luego hasta la I. Los chistes aumentaron y los dedos temblaron de risa sobre el pie de la copa y alrededor del descuartizado abecedario.<br /><br />“¿Cómo te llamás?”, fue la segunda pregunta de José, que no se dejaba intimidar fácilmente. Y la copa fue perezosamente de una letra a otra hasta escribir “Pedro”. Sintiéndose audaz, Inés preguntó “¿Cómo me llamo yo?” Fue una pregunta fácil: la copa contestó “Inés”. Las risas de los ocho amigos habían ido subiendo de tono y los chistes salían rápidos, especulativos y levemente nerviosos.<br /><br />La próxima pregunta fue de Sergio: “¿Cómo nos llamamos nosotros?” Sergio, Claudia, Carlos, Inés, José, Gabriela, Orlando y Virginia fueron claramente señalados, uno a uno y letra por letra, sobre la superficie de la mesa. “¿Yo que hago?”, repreguntó. Sin vacilar la respuesta llegó rápido: “artesano”, “estudiante”, “ajedrez”.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: left; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 0px; margin-right: 10px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img id="img_89127_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/165/165500/4b6325c11e1d4.jpg" style="border: 0px;" title="Juego de la copa" vsmid="165500" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Fue entonces cuando empezaron las acusaciones de alguien está moviendo la copa, déjense de joder, esto es una estupidez, esto es cosa de las chicas, no puedo creer que estemos haciendo esto y las teorías de que la fricción de los dedos sobre la copa es la que la hace moverse, de que el vidrio estaba muy limpio y por eso la copa se deslizaba con rapidez, de que Claudia que había sido la de la propuesta la guiaba con un dispositivo oculto. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Mientras se decían decenas de tonterías y las risas se ponían francamente histéricas, Orlando preguntó “¿Cómo sabemos que esto es real?” Fue como una bala dando en el blanco. Los movimientos de la copa se hicieron más ágiles, claros, inequívocos: “Estoy muerto”, “vivos”, “suicidio”, “me dejó”, “la amaba”, “no me escuchó”, “prometió”, “otro”, “espada”, “maté”, “ espera”, “perdón”, “separados” fue escribiendo para Virginia, con quien había entablado una extraña conversación.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Era increíble pero estaba sucediendo aquello de lo que tanto se habían burlado, que habían descartado como posibilidad lógica, que consideraban mera superstición popular los tenía como testigos y asordinados protagonistas. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Ya nadie se reía. Ni siquiera las mutuas acusaciones de fraude tenían cabida. Elaborar una teoría era imposible. Todos estaban más serios que el elefantito de cerámica cuando de pronto la copa tomó vida propia y sin que ningún dedo la tocara, enloqueció. En un ir y venir desenfrenado entre las agobiadas letras, en una danza alfabética apenas legible, Pedro gritaba “ella está aquí”, “ella está aquí”, “ella está aquí”. Un aire helado llenó la habitación y la copa se detuvo en el aire, anhelante. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Los hermanos del miedo son numerosos y todos se apropiaron de los rostros y los ojos y las manos y las voces y los cuerpos de los ocho amigos. Quisieron correr y no pudieron, quisieron gritar, llorar y no pudieron. Trataron de abrir las puertas que daban a la calle y al patio pero comprobaron que se habían trabado. Abrazados en un rincón del living, hechos un montón de carne trémula, Pedro y “ella” los obligaron a contemplar un amoroso y frenético encuentro sobre la mesa, un diálogo absurdo desde la carne y la muerte en un alboroto de letras que iban y venían en una babel muda. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Cuando la copa estalló ante sus ojos, pudieron gritar, llorar, correr, huir. Nadie volvió a visitar a Carlos, nadie volvió a jugar al juego de la copa, todas las parejas se separaron.</span><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
<strong>Nota del autor:</strong> Se preserva la dirección exacta y los nombres reales de los miembros de este grupo por especial pedido. La historia es tal cual la relataron sus miembros. Las fotos son meramente ilustrativas.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-40069571423529030142010-01-29T09:13:00.000-08:002014-06-22T18:23:19.554-07:00El sótano<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJkQq9O_QEYza7Fii1yuAgp3SVskhJHN_m6_YRKyjPLowAmlOE-1eC3wI8h62VGcXkzA8y2Xs98mzD8qg5iTkx33GDEiZ-I8SfDdVZ7Ej6XFW1Hp4KmQ2t7yP3p8uK3kP-TqSrOshIHth9/s1600-h/sotano.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJkQq9O_QEYza7Fii1yuAgp3SVskhJHN_m6_YRKyjPLowAmlOE-1eC3wI8h62VGcXkzA8y2Xs98mzD8qg5iTkx33GDEiZ-I8SfDdVZ7Ej6XFW1Hp4KmQ2t7yP3p8uK3kP-TqSrOshIHth9/s320/sotano.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5432211282780221762" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 160px; margin: 0 10px 10px 0; width: 320px;" /></a><br />
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Por Patricia Rodón<br />
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<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/185771-El-s%C3%B3tano/">Cuando entraron a esa habitación, los niños ignoraban qué poderosas fuerzas habían despertado con su curiosidad. Eran demasiado pequeños como para entenderlo pero no tanto como para olvidarlo. Vivían en una casa de la Sexta Sección, iban a la escuela Vergara y eran felices.</a><br />
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<a name='more'></a><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Eran demasiado pequeños como para entenderlo pero no tanto como para olvidarlo. Vivían en una casa de la Sexta Sección, iban a la escuela Vergara y eran felices. El caserón de la esquina era viejo, de paredes que a ellos se les antojaban interminablemente altas, macizas, pesadas.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Los tres hermanitos compartían una gran habitación que tenía una ventana con un balcón. Tras las rejas de hierro forjado la calle Martínez de Rosas significaba la promesa de cientos de juegos compartidos con los otros niños de la cuadra.<br /><br />La casa era pequeña pero tenía un patio con galería y una zona misteriosa: el sótano que estaba debajo de la cocina.<br /><br />El sótano era zona prohibida. Para los hermanitos Forn significaba una tentación irresistible. Después de semanas de especulaciones y de planear una incursión que ellos imaginaban como un verdadero asalto, una siesta de verano, llenos de valor, levantaron la tapa de madera del sótano e iluminándose con una vela descubrieron una desvencijada escalera que bajaba hasta las mismas tenebrosas profundidades de la Tierra.<br /><br />Al día siguiente se animaron a más y no sólo lograron descender cuatro escalones y superar la vaharada de humedad que escapó como un grito del pozo casi sellado, sino que ya, con una linterna escamoteada a su padre, alcanzaron a vislumbrar el interior de esa habitación subterránea. Vieron que tenía las mismas dimensiones que la cocina, que las paredes eran de tierra y que estaban llenas de pequeños huecos.<br /><br />Como arrojados exploradores, volvieron al sótano todas las siestas durante una semana y descubrieron miles de cosas maravillosas: que en las paredes había cientos de extrañas marcas, que los huecos estaban llenos de paquetitos, fotos de personas, pedazos de tela, cabos de velas consumidas, manojos de cabello atados con un lazo, cintas rojas, huesos de animales, patas de gallinas, juguetes, dientes, anillos, pañuelos anudados, recortes de diarios, frasquitos, platitos con sal y hasta un ramo de novia. Todo olía a tierra, a encierro antiguo, a tiempo desmelenado; la baba de los caracoles brillaba con sigilo ante la luz de la linterna y se podía escuchar el corretear de unas descomunales arañas.<br /><br />Para entonces, el poco valor que les quedaba se les escurrió cuando al cumplirse el séptimo día de exploración un crujido fuerte que venía del piso los hizo gritar, tirar la linterna, salir corriendo y cerrar como pudieron la tapa del sótano.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: left; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 0px; margin-right: 10px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img id="img_90669_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/164/164347/4b5a04cd325de.jpg" style="border: 0px;" title="Sotano" vsmid="164347" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Y empezaron los ruidos en las paredes, los golpes, las voces. Eran cadenas arrastrándose adentro de las paredes de su dormitorio; golpes de madera retumbando en la mampostería; murmullos, palabras susurradas, conversaciones ahogadas que parecían salir de adentro mismo del adobe. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Sus padres también empezaron a oír el concierto asordinado que resonaba en toda la casa a toda hora. Preguntaron a los vecinos con quienes compartían la pared más ruidosa. Y nada, también hacía poco que se habían mudado, la pared daba a un patio y sus hijos eran más pequeños que los hijos de los Forn por lo que no podían hacer esos ruidos.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Consultaron a un ingeniero, a un arquitecto, a una curandera, a un cura, a una medium, a un exorcista, a una monja, a un rosacruz, a un albañil y a un fotógrafo. Cada uno repasó la casa con mirada profesional y munido de sus artefactos de trabajo. Y nada. Hasta que los chicos, dos veces muertos de miedo, confesaron lo que habían encontrado en el sótano.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Volvieron todos: el ingeniero, el arquitecto, la curandera, el cura, la medium, el exorcista, la monja, el rosacruz, el albañil y el fotógrafo. Plomadas, reglas T, latas de incienso, crucifijos, agua bendita, más agua bendita, biblias, estacas de madera, más crucifijos, balas de plata, azadas filosas y flashes se mezclaron subiendo y bajando la desvencijada escalera. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Palabras más, palabras menos, el veredicto fue unánime: la casa estaba embrujada; las marcas en las paredes del sótano eran signos mágicos; los huecos contenían las prendas que alguien había usado para hacer “el mal” a otras personas; los ruidos de cadenas, golpes y voces en las paredes eran señales inequívocas de la presencia de las víctimas de los hechizos. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">El ingeniero, el arquitecto y el albañil sentenciaron que había que demoler; la curandera, el cura, la medium, el exorcista, la monja y el rosacruz dictaminaron que había que tirar toda esa “porquería” y curar y bendecir la casa todos los días durante veinte años; y el fotógrafo dijo que lo más práctico era mudarse. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Los Forn tomaron este último consejo. Días antes de la mudanza tocaron el timbre. Una señora rubia les preguntó por sus padres a los tres hermanitos que habían corrido excitados a abrir la puerta. “Soy Miriam de Mendoza. Dirijo la Escuela Científica Basilio. La de los espiritistas que está en la otra cuadra. Quería decirles que se vayan de acá. No puedo ni pasar por la vereda de enfrente. Esta casa está llena de muertos”.</span><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
<strong>Nota del autor:</strong> Se preserva la dirección exacta y los nombres reales de los miembros de la familia, por especial pedido. La historia es tal cual la relataron sus miembros. Las fotos son meramente ilustrativas.</div>
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-17124957656802799152010-01-29T09:11:00.000-08:002014-06-22T18:24:39.363-07:00El alma que murió de pena<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxPyTBvEeoqkgM_Cd_NPExCECDwIHQVXoOCqNPXddgBSqngdune9J8tXvlKtU64ZAbaK3WvhPvb_y5H5gxYlgjrlQHiHYKJMnPTM06epIiPGzyNLgZMapYmYvf7mMCTuuuinli5Z7pU0_F/s1600-h/alma+pena.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxPyTBvEeoqkgM_Cd_NPExCECDwIHQVXoOCqNPXddgBSqngdune9J8tXvlKtU64ZAbaK3WvhPvb_y5H5gxYlgjrlQHiHYKJMnPTM06epIiPGzyNLgZMapYmYvf7mMCTuuuinli5Z7pU0_F/s320/alma+pena.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5432211002772135026" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 160px; margin: 0 10px 10px 0; width: 320px;" /></a><br />
Por Gabriel Conte<br />
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<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/184419-El-alma-que-muri%C3%B3-de-pena/">Reclamó durante años la atención de una familia. Después de todo, le debían algo muy importante. Y cuando lo obtuvo tomó una decisión definitiva.</a><br />
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<div class="body vsmcontent mainfont" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16px; line-height: 22px; overflow: hidden; padding-bottom: 8px;">
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Cada adobe que, uno sobre otro, formó la amplia casa de la calle Ferrari, en la localidad de Pedro Molina, fue amasado con la tierra del lugar y cocido allí mismo por sus propietarios, uno, inmigrante italiano; su mujer, hija de trabajadores rurales de la zona Este de la provincia. Ambos, estaban dispuestos a criar una familia bajo su propio techo, a pesar de que él le llevaba 30 años a la dama. Lo hicieron, entusiasmados por las dotes de carpintero del varón que fue fundamental a la hora de levantar y sostener la casona.<br /><br />Ubicado a unos cien metros del canal Zanjón, el terreno estaba rodeado, allá por la década de los años 40, de cañaverales que se expandían de manera invasiva desde el cauce hacia ambas veras, produciendo penínsulas de largas varas en medio de los viñedos circundantes, algunos de ellos, los primeros de Mendoza y, por esa época, ya con unos 300 años de vida.<br /><br />“La casa que levantaron mis padres resultó fresca y nos dio cobijo”, recuerda hoy Vénera Scarpatti, hija de aquellos dos, ya fallecidos, nacida en la habitación que estaba junto al ingreso principal hace casi 60 años.<br /><br />Pero hay algo mal cuando pone reversa en su memoria y los recuerdos se echan a rodar. Es que la casa, sin estar “marcada” como embrujada o algo así en medio de un vecindario en donde ya casi no queda gente joven, encierra un misterio que, sospechan, es anterior a su erección allí.<br /><br />“Parece que el tema estaba en la tierra, dicen”, se apura Vénera, toma un atajo en el relato, molesta por tener que recordar cosas que había archivado y que no pensaba, posiblemente, sacar a la luz.<br /><br />Poniéndole un orden a sus recuerdos, la situación resulta más o menos así:<br /><br />Durante toda la vida dentro de la casa, la familia no sufrió mayores problemas más que una incomodidad permanente. “Es como si siempre hubiera alguien detrás de ti, hasta en el baño. Recuerdo –sostiene hoy Vénera, sorprendiéndose de haber logrado traer a la actualidad aquellas sensaciones- que cuando estaba en el baño no podía dejar de vigilar un armario que servía para guardar las toallas. Es más, si podía, no lo abría. Una vez pensé en enllavarlo”, dice, sacando a relucir su mendocinismo.<br /><br />¿Por qué?, le preguntamos. “¡Es que había alguien allí, siempre!”, afirma, con total seguridad. “Te miraba, respiraba, se movía y me pasó eso a mí y a mi hermano, aunque nos lo contamos ya de grandes, cuando uno de mis hijos insistía con hacer pis en el patio. Cuando ya quiso hasta hacer caca allí, le pregunté por qué. Y me dijo eso mismo. Sentía, veía, era consciente de esas mismas presencias”, completó el relato sin respirar, siquiera.<br /><br />Sin embargo, no era lo único que pasaba. La incomodidad estaba en cada rincón. Vénera cuenta que “sólo en el patio estábamos más tranquilos, pero ahora pienso que eso pasaba porque la puerta de acceso a la casa estaba más cerca; siempre mirábamos a la puerta, como buscando la garantía de que, en caso de emergencia, podríamos salir corriendo, aunque nada nos indicara tal posibilidad más que el temor silencioso que sufríamos entre esas paredes”.<br /><br />La situación se complicó cuando Telésfora Yánez, la manosanta que vivía a la vuelta, sobre la calle Francisco de la Reta, increpó, con muy malos modales aunque con visibles buenas intenciones a uno de sus habitantes. “Tienen que irse”, le dijo. Ofendido, no respondió. Durante mucho tiempo, inclusive, protestó hacia adentro de su familia por esa costumbre de Telésfora de no pisar la vereda de esta casa cuando circulaba por la zona: hacía un zigzag, evitándola, bajo la mirada atenta que, desde las ventanas circundantes, ofrecían las vecinas chusmonas.<br /><br />“Es raro evaluarlo hoy… pero por entonces nos parecía que estaban en nuestra contra y no se nos ocurría preguntar detalles de por qué hacía esto”, analiza Vénera, que habitó la casa junto a su pareja y sus hijos una vez que se casó, su padre murió y su madre contrajo enlace en segundas nupcias con otro vecino.<br /><br />La paciencia estalló el día en que cerraban una canilla de agua y al dar unos pasos, ésta se abrió, con fuerza, salpicando para todos lados. Al cerrarla, la luz se apagó. Al querer encenderla, se prendió antes de pulsar la llave. Cuando iban hacia el dormitorio, se cerró la puerta del baño. Al abrirla, se cayó el vidrio del tragaluz, que estaba en el techo.<br /><br />Esa noche –a pesar de todo esto- Vénera, aunque con susto, sólo pensó en casualidades, incrédula, opinión que compartía su marido, José, escéptico y ausente.<br /><br />A partir de ese día “era como que algo o alguien quería expresarse, buscaba que le prestáramos atención o bien, que nos fuéramos a la mierda”, se sincera Vénera, quien ya no vive en la casa, aunque la conserva, aunque en ruinas ya, como su propiedad.<br /><br />Un día llegó su madrina de nacimiento de visita. “Una mujer sensible”, la describe su ahijada. No pudo respirar. “Cuando nos pusimos a bordar con el bastidor en la máquina de coser (mi madrina era una experta y me enseñaba), el pedal se activó sólo y echó a andar”, repasa. Luego, cierra la anécdota: “Estúpidamente, yo seguí pensando en casualidades, pero fue ella, que se llamaba igual que yo o, mejor dicho, yo igual que ella, la que se paró y me dijo: `Hay que hacer algo, nena, esta casa está mala`”.<br /><br />En la casa, en toda la manzana no había teléfono. La madrina se fue hasta lo de Telésfora, una vez que a Vénera “le cayeron las fichas” y le contó todo lo demás. Telésfora se negó a atenderla; le dijo que ya sabía por qué iba y le recomendó ir a lo de Margarita, otra mentalista de la zona, competencia pero no adversaria, parece.<br /><br />Allí fue. De inmediato, Margarita cargó “el kit”: tijera, carbón, brasero, yuyos varios. Una vez en que abrió la puerta de la casa, el muro completo del patio se vino abajo. ¡Se derrumbó! Nada anunciaba que pudiera pasar, pero cayó por completo. “Esto es grave”, sentenció la predispuesta manosanta con nombre de flor.<br /><br />No bien activó sus mecanismos de desembruje, una orquesta de situaciones raras se presentó: que el agua, la luz, el baño con su puerta y el misterioso gabinete. El parral del patio se cayó, al quebrarse los palos que lo sostenían repentinamente. Salió agua desde debajo de las baldosas rojas y amarillas del comedor. “Un cable que estaba empotrado en la pared se salió del revoque como si fuese una várice”, cuenta Vénera, testigo presencial de todo aquello.<br /><br />“Hasta que la casa se desplomó por completo. Menos mal que los chicos no estaban y que pude rescatar todas las pertenencias y mudarnos a la casa de mi madre por un tiempo”, suspira, aliviada por haber podido contar, por primera vez en Mendoza, el caso que la atormentaba.<br /><br />Jamás su familia volvió a sufrir nada igual, luego de abandonar las ruinas de la casa. Recién hace unos años, Teresita volvió a pasar por la vereda de esa propiedad. Cuando Vénera la vio, le preguntó por qué ahora sí lo hacía, tratando de entablar una charla sobre tantas cosas calladas a lo largo de los años. Nonagenaria, Teresita puso una mano sobre su hombro y le dijo: “Ya está todo bien, limpien, construyan, vendan…hagan lo que puedan, lo que quieran”.<br /><br />Según la anciana, “hasta las almas se agotan pasados unos años sin conseguir la atención de nadie”. Teresita fue contundente: “Cuando usaron la tierra para hacer los adobes de esta casa, yo le dije a tu madre que no lo hiciera, que allí había una fuerza tremenda, posiblemente una tumba de algún indio importante con cuentas pendientes. Pero, gringa caprichosa, no me hizo caso. El alma se metió en cada rincón de la casa y quedó atrapada en ella. Murió de pena. Y con ella, sucumbió la casa, el cuerpo que logró sostenerla en pie”.</div>
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<strong>Nota del autor:</strong> Se preserva la dirección exacta y los nombres reales de los miembros de la familia, por especial pedido. La historia es tal cual la relataron sus miembros. Las fotos son meramente ilustrativas.</div>
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-66677367639095453142010-01-09T06:23:00.000-08:002014-06-22T18:25:48.582-07:00Medicina forense<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCTTJXH947tajE9P08Br_BsVL6AttktVA-mK0DDl0T-pyb5NlrZT4x3v-moXJLv9ASl-J28gGuUpnDNohixYCY08FcPVtiD4goCyuC740SjjWDM9J-RLydCbEDeS73gEwz4tXfmpuXKE6T/s1600-h/morgue+blog.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCTTJXH947tajE9P08Br_BsVL6AttktVA-mK0DDl0T-pyb5NlrZT4x3v-moXJLv9ASl-J28gGuUpnDNohixYCY08FcPVtiD4goCyuC740SjjWDM9J-RLydCbEDeS73gEwz4tXfmpuXKE6T/s320/morgue+blog.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424746122258558914" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 160px; margin: 0 10px 10px 0; width: 320px;" /></a><br />
Por Patricia Rodón<br />
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<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/183090-Fantasmas-mendocinos-Medicina-forense/">Un médico mendocino vivió una extraña experiencia: nunca imaginó con quién entablaría un animado diálogo.</a><br />
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<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
El doctor López trabaja en el Cuerpo Médico Forense y su tarea es realizar autopsias. Es fanático de las series de televisión que tienen a los detectives médicos como protagonistas, sólo cree en las maravillas de la anatomía humana y celebra el poder del método deductivo tan caro a la ciencia.</div>
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Una noche, durante su primer año de trabajo en esa dependencia de la calle Belgrano, mientras terminaba el informe de un sujeto sin identificar, blanco, de 1,73 metros, entre 40 y 45 años, con herida de bala sin salida en el parietal derecho que la Policía había encontrado en el jardín de un caserón vacío de Godoy Cruz unas horas antes, golpearon a la puerta que separa su oficina del resto del laboratorio.</div>
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Nadie respondió cuando dijo “Pase”. Volvieron a golpear esta vez con más fuerza sobre la ventanita de su puerta. “¡Pase!” gritó sin ganas de abandonar la silla ni el cigarrillo que acababa de encender. El tercer llamado sobre el vidrio fue decididamente enérgico.</div>
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Con fastidio se levantó dispuesto a increpar al torpe que había hecho caso omiso de sus invitaciones a girar el baqueteado picaporte. Quería terminar el informe e irse a su casa sin demoras innecesarias. Cuando se acercó a la ventana de la puerta no vio a nadie, pensó que estaba siendo objeto de una broma de sus compañeros y los maldijo fuerte y claro, como para que se escuchara en todo el edificio.</div>
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En cuanto volvió al escritorio y al cigarrillo, golpearon otra vez. De franco malhumor, volvió sus pasos y abrió la puerta como una tromba de auténtico viento.<br /><br />Ante sus ojos estaba el señor Ricardo José Iñíguez diciendo “perdón por la molestia doctor, me dijeron que viniera para acá porque usted tenía que verme y había que terminar unos trámites, me costó llegar pero lo conseguí, ¿qué necesita?”.</div>
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Iñíguez tendría unos 70 años, vestía un traje azul algo pasado de moda pero de buena calidad y ofrecía un amplio repertorio gestos de buena educación.</div>
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El doctor López se relajó ante la impecable presencia de Iñíguez, quien se había presentado y había hecho explícitas las razones de su inesperada aparición.</div>
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“No estoy informado de la causa de su visita, Disculpe. Mañana averiguaré de qué se trata”, le dijo al señor que bien podría encarnar al abuelo ideal. Durante breves minutos intercambiaron razones, impresiones y disculpas. Se saludaron con un apretón de manos e Iñíguez se fue.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
López volvió a su escritorio. El informe estaba a la mitad y el cigarrillo se había consumido en el cenicero de cerámica barata. Miró el reloj y se puso a escribir con la idea de terminar lo antes posible.</div>
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Un estrépito de sirenas, puertas y gritos lo arrancó de su trabajo. El cabo Martínez entró a la oficina y le espetó: “López, tenemos un fiambre. El fiscal dice que tenés que hacerle la autopsia ahora porque necesita urgente el informe. Parece que es un tipo importante. Todavía está caliente. Se llama Ricardo José Iñíguez”. </div>
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<strong>Nota:</strong> Los hechos y personajes son reales, los nombres reales de los protagonistas han sido traspuestos para preservar su verdadera identidad.</div>
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-70835899731925794162010-01-09T04:38:00.000-08:002014-06-22T18:26:46.130-07:00La visita de Año Nuevo<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh6KuSQ9yhuRsZ74IjMgg6twgpFrP_9Yb97OiOowE-yt-ExlCdbtHzR6HkLfAZ8fF09balTaCxrXW2kV8fC3thCuwa4E-xqsg9JxeGsu0ah1o9w3q0namnNhBajX92qDnMFVT3hSmg-4jn/s1600-h/visita+a%C3%B1o+nuevo.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh6KuSQ9yhuRsZ74IjMgg6twgpFrP_9Yb97OiOowE-yt-ExlCdbtHzR6HkLfAZ8fF09balTaCxrXW2kV8fC3thCuwa4E-xqsg9JxeGsu0ah1o9w3q0namnNhBajX92qDnMFVT3hSmg-4jn/s320/visita+a%C3%B1o+nuevo.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5424718849667856146" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 160px; margin: 0 10px 10px 0; width: 320px;" /></a><br />
<strong>Por Patricia Rodón</strong><br />
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<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/181325-La-visita-de-A%C3%B1o-Nuevo/">Un joven matrimonio se mudó a una vieja casa de la Cuarta Sección llenos de esperanzas y plenos de fe. No sabían que allí los esperaba una presencia que cambiaría sus vidas para siempre.</a><br />
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<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Al principio les resultó extraña la actitud con que los vecinos los vieron llegar. Durante la mudanza a la “casa nueva” las señoras salían innecesariamente a barrer la vereda, los maridos iban al minimercado a comprar cosas superfluas y los adolescentes pasaban por la puerta espiando para adentro ajenos a todo pudor.<br /><br />Era un matrimonio joven con dos niños. Él era un ingeniero con la tinta del título todavía húmeda, daba clases en el Pablo Nogués y aspiraba a ganar un concurso en la universidad; ella era profesora de matemática y trajinaba de escuela en escuela sin otra recompensa que un magro sueldo y la noble satisfacción del deber cumplido.<br /><br />José y María Isabel Acosta eran católicos, apostólicos y romanos. No creían en ningún fenómeno salvo los milagros de Jesús, la inclinación de la Torre de Pisa y el insondable misterio del número Pi.<br /><br />Los chicos, Juan Bautista de seis años y María Teresa de cinco, eran su triunfo. Una especie de cántico espiritual de la pura y divina carne terrestre. Eran sus anillos de oro en un mundo lleno de falsas promesas.<br /><br />Por ellos habían buscado una casa con tres habitaciones. Les urgía salir de ese departamento mínimo de la calle Morón para que los pequeños tuvieran habitación propia, patio y cierto color de barrio mendocino.<br /><br />La casa de Montecaseros y Jujuy en la Cuarta Sección los cautivó desde la primera visita. Era mixta pero lo llevaba bien. Tenía cinco habitaciones medio oscuras, un pasillo largo lleno de sol y una cocina grande como un salón de baile.<br /><br />Cierta forma de felicidad iluminó sus rostros durante la primera cena pedida por teléfono a Los dos amigos. Pero los paraísos no existen, ya se sabe.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: left; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 0px; margin-right: 10px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img id="img_79639_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/160/160327/4b3cdbd6f3ebb.jpg" style="border: 0px;" title="Fantasma" vsmid="160327" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Los fenómenos no tardaron en aparecer. Primero fue el olor a tabaco en la ropa. José y María Isabel Acosta habían sido fumadores pero decidieron abandonar el cigarrillo cuando hicieron sus votos matrimoniales. "¿Fumaste? No, se me pegó el olor de la sala de profesores", se decían uno a otro.<br /><br />Después fue el olor a alcohol, como a grapa desvanecida, adherido en las camisas y en las remeras del matrimonio. Ambos habían prometido no volver a probar cerveza ni vino después de la fiesta de casamiento. "¿Tomaste? No, las chicas brindaron en la jubilación de la Yolly".<br /><br />Más tarde llegaron los ruidos. Las paredes empezaron a sonar de noche como tambores lejanos. Los niños, Juan Bautista y María Teresa, se despertaban hediendo a tabaco y alcohol aterrorizados por los golpes sordos que hacían latir las paredes de adobe y corrían a la cama de sus padres hechos dos ovillos de llanto.<br /><br />Inconsolables los niños y desconcertados los padres, se arrebujaban en un mar de rosarios a la Virgen Santísima Madre de Dios para alejar al Maligno, o lo que hiciera que la casa se arrastrara en la penumbra como un muerto sin sepultura.<br /><br />José y María Isabel Acosta compraron decenas de imágenes de santos en versión estampitas y las pincharon con clavos por toda la casa; el padre Miguel de la mismísima Merced baldeó con agua bendita cada rincón y sofocó el aire con vaharadas de incienso acompañadas del conjuro infalible del padrenuestroqueestásenloscielossantificadoseatunombreetcétera. Los crucifijos se multiplicaron como si fueran animales domésticos de la fe y las páginas de la Biblia desesperaban ante el trato urgente que les daban las manos nerviosas de la pareja.<br /><br />Ahora José y María Isabel Acosta comprendían las extrañas miradas de sus vecinos, quienes no podían creer que alguien, mucho menos una familia, se mudara a esa casa, la casa del Turco Salem.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: left; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 0px; margin-right: 10px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img id="img_79682_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/160/160328/4b3cdc02422d8.jpg" style="border: 0px;" title="Fantasma" vsmid="160328" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Para los Acosta, la “casa nueva” se había convertido en una pesadilla. Y empeoró. Los focos estallaban sin causa, en el patio se oía un antiguo ruido de cadenas y el perro y el gato que les regalaron los amigos de la parroquia murieron de golpe antes de que los niños les pusieran un nombre.<br /><br />En apenas seis meses, los Acosta estaban destrozados, tomando tranquilizantes, fumando a escondidas y bebiendo en solitario vodka barato en el flamante bar de la esquina.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Todos tenían miedo de dormir y dormitaban juntos en la cama matrimonial que se había convertido en un castillo defendido por hileras de cruces, rosarios fosforescentes y padresnuestros mal hilvanados.<br /><br />Los vecinos compadecían su evidente deterioro pero cada vez que les decían que se fueran, que la casa estaba maldita, que el Turco hasta muerto era un hijo de puta, José y María Isabel los rehuían. No querían saber lo que todo el barrio sabía: que el viejo almacenero se negaba a morirse del todo como se había negado a fiar un kilo de azúcar, a prestar plata para un entierro y a festejar las fiestas, cualquier fiesta.<br /><br />Cuando llegó esa Navidad, donde la fantasía inicial habría puesto un arbolito y un pesebre había un Buda panzón sentado en una de esas fuentes de Feng Shui con agua corriendo para llevarse las malas ondas.<br /><br />La familia y los amigos los habían socorrido de mil maneras y no pensaban dejarlos solos. Unos por real solidaridad, otros por curiosidad y la mayoría por puro morbo, para la cena de Año Nuevo decenas de personas deambulaban por la vieja casa con su tupperware, su sidra tibia o su porrón en la mano, según el caso. La verdad es que todos querían ver al fantasma, inevitable protagonista de la noche.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Y el viejo Salem llegó. Tentado por la inesperada audiencia provocó el ahogo con ensalada rusa a varios de los comensales, quebró la fuente de vidrio donde la abuela Acosta preparaba su histórica ensalada de frutas y encendíó la bolsita donde la pirotecnia esperaba que llegaran las doce.<br /><br />La pólvora, en todos los tamaños, colores y funciones, estalló y, la bolsa, como un pequeño volcán loco, empezó a escupir petardos, metrallas, rompeportones, estrellitas, yira yira, chasquibum, cañitas voladoras, buscapie, malasuegra, batería, bengalas, candelas, cohetes, volcanes, misiles, tortas, morteros, cañones entre los díos mío, los ay jesús, los dios nos ampare, los ángeldelaguardadulcecompañíanomeabandonesnidenochenidedía, los que mierda fue eso, los que lo parió, las carcajadas de los escépticos y los feliz año nuevo de los ya previsoramente ebrios.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: left; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 0px; margin-right: 10px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img id="img_80815_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/160/160329/4b3cdf3814961.jpg" style="border: 0px;" title="Fantasma" vsmid="160329" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Cada chispa buscó a un invitado y hubo conatos de incendio en peluquines, medias de lycra y camisas de falsa seda. Todos sintieron el alfiler de por lo menos una quemadura y en una babel de exclamaciones, vajilla rodando por el suelo y rápido desprendimiento de las prendas involucradas salieron corriendo de la casa más o menos vestidos, oliendo a pólvora y jurando que habían visto al Turco Salem. Fue la última cena.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Los últimos en escapar fueron los Acosta. Tenían pruebas de cómo era el infierno y de la misma cara del Maligno. Meses después se divorciaron como dios manda. José se fue de misionero laico a Brasil. María Isabel empezó a dictar clases de catequesis. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Los niños no logran dormir solos. La inmobiliaria ha pedido ayuda a una bruja medium. La casa sigue vacía. </span><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
.............</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
<strong>Fantasmas mendocinos, blog.</strong> <a href="http://www.fantasmasmendocinos.blogspot.com/" style="-webkit-transition: color 1500ms; color: #c01700; text-decoration: none; transition: color 1500ms;" target="_blank">Entrá haciendo clic aquí y enterate quienes son los verdaderos autores detrás del pseudónimo fantasma de Ariel Gotham.</a></div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-73691538379535096602009-12-29T07:10:00.000-08:002014-06-22T18:27:49.951-07:00El auto maldito<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRgkwVbOT4-2FlLJD2QUf06J-Af4w2wwVvf1VEbXn4PmftDOEEh3QwG0zQGh5m6PH-8BtlGISq1uNbfx-Qhs1oV6RoTA_d-fAPQ9p1eON91ZFOlg3Ugw6hNQnU1HjEV9vV31cBN_U_gWgg/s1600-h/peugeot.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRgkwVbOT4-2FlLJD2QUf06J-Af4w2wwVvf1VEbXn4PmftDOEEh3QwG0zQGh5m6PH-8BtlGISq1uNbfx-Qhs1oV6RoTA_d-fAPQ9p1eON91ZFOlg3Ugw6hNQnU1HjEV9vV31cBN_U_gWgg/s320/peugeot.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5420676297022014578" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 160px; margin: 0 10px 10px 0; width: 320px;" /></a><br />
Por Gustavo Salinas<br />
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<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/179754-Fantasmas-mendocinos-El-auto-maldito/">El Peugeot que no respondía a sus mandos naturales y, por lo tanto, sí lo hacía cuando fuerzas ajenas a este mundo lo decidían. Una historia mendocina.</a><br />
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<a name='more'></a><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Siempre viajaba sólo en su Peugeot 504 modelo 86. Era experto conocedor de todas las banquinas. Nunca pasaban más de 10 días sin que el auto sufriera algún desperfecto mecánico. La pata del motor, las mangueras, el arranque, los carbones, el escape, la llave arranque y algunas otras falencias se despertaban a menudo en el coqueto vehículo.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Adrián soportaba estoicamente las vueltas que le proponía el coche, aunque no dejaba de sorprenderle que cuando viajaba con su esposa y sus hijos nunca le pasaba nada extraño. No entendía porqué en tan sólo dos meses, se le habían roto tantas cosas a un vehículo que aparentemente venía cuidado por sus dueños anteriores.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Acostumbrado a sortear las constantes desgracias, no dramatizó demasiado cuando le falló el arranque en una mañana de enero. A fuerza de brazos propios y ajenos, logró ponerlo en marcha y decididamente lo llevó a un electricista.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><strong style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">El mecánico que no arregla, rompe<br /></strong><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;"></span><br />
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: left; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 0px; margin-right: 10px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img height="274" id="img_25864_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/159/159524/4b35ef47db3e3.jpg" style="border: 0px; height: 293px; width: 404px;" title="Mecanico" vsmid="159524" width="397" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Era martes y Adrián golpeó el portón de chapa de la calle Pizurno y Serpa de Luján. De punta en blanco y con más estirpe de empresario que de mecánico apareció Aníbal, el primo de su esposa. El extraño electricista se encargaría de solucionar un problema que a priori era sencillo: “Esto es el burro, por eso no arranca, pero el viernes lo tenés listo”. Adrián acomodó por esos días su vida a la vertiginosa aventura de viajar en el transporte público mendocino.<br /><br />Cumplido el tiempo estipulado, volvió a golpear la puerta metálica del taller de Aníbal. La tarea estaba cumplida y el Peugeot arrancó casi con la mirada. Adrián probó varias veces y todo funcionó a la perfección, sacó casi 300 pesos del bolsillo y pagó por el trabajo. “Saldré a comer con la familia, hoy es un buen viernes para celebrar”, pensó y volvió a su hogar.<br /><br />Al día siguiente, el mismo camino para llegar al trabajo. Bajada por Carrodilla, Acceso Sur, Vicente Zapata hasta llegar a la óptica en donde Adrián se gana el pan todo los días. Al salir de su trabajo y con la sola idea de volver al hogar para disfrutar el sábado vivió un nuevo e inesperado revés: con el primer contacto de la llave en el tambor de arranque, un humo negro comenzó a salir a borbotones desde la parte inferior del volante e inundó el auto. Con la desesperación en las manos, Adrián paró el coche en plena avenida España, un sábado al mediodía.<br /><br />La gente miraba con asombro el dantesco espectáculo, pero sólo uno se acercó para ayudar al desconcertado piloto que veía como su vehiculo seguía humeando.<br /><br />Ya en un costado y con el control de luces achicharrado, volvió a su casa para almorzar y luego regresar a lo de Aníbal para pedir una explicación razonable de lo ocurrido. Después de todo, aun no se cumplían 24 horas de haber sacado el auto del electricista.<br /><br />La puerta metálica lo volvió a recibir en la tarde húmeda del sábado, pero la sorpresa de Adrián fue mayor que la sensación agobiante del clima. “No se que pasó, esto no tiene nada que ver con mi trabajo”, dijo el coqueto mecánico, lavándose por completo las manos de lo sucedido. Adrián a punto de quemar su propio termostato le pidió que arreglara lo dañado y Aníbal aseguró el compromiso.<br /><br />De nuevo al crudo mundo de esperar a que los colectiveros quieran frenar en las paradas adecuadas. A viajar amontonado en los horarios pico y discutir con los jóvenes que no ceden los asientos ante las abuelas y las embarazadas.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Metido de lleno en el día a día, una llamada de Aníbal lo sacó de ritmo: “Mirá… se quemó el comando de las luces, pero el problema es la llave del arranque; hay que cambiarlo todo”. Y Adrián lo cambió.<br /><br />Los días pasaban pastosos y una vez más el teléfono explotó en sus orejas en plena siesta: “Che…. El problema es la batería, no carga bien hay que cambiarla”. Y Adrián consiguió una batería nueva.<br /><br />Los problemas parecían sucederse en cadena. Ya llevaba una semana la segunda intervención del mecánico en su auto y los pronósticos no eran buenos, aunque una nueva llama de Aníbal, trajo calma. “Ya está listo, pero lo tengo que armar, para el miércoles lo tenés”.</div>
<div class="image" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img id="img_25926_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/159/159525/4b35ef85becf0_584_!.jpg?s=c4d57989c6eafd05348d20dd330b7d27" style="border: 0px;" title="504" vsmid="159525" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
</div>
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;"></span><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
<br />Adrián marcó los días en el calendario para poder volver a disfrutar de la comodidad horaria que le da manejarse en auto. El miércoles se levantó radiante y feliz por volver a contar con el coche, pero Aníbal, una vez más se encargó de amargar el desayuno. “Mira, ya está listo, pero…..no arranca”. Adrián se olvidó por un segundo del parentesco que tiene el mecánico con su mujer y explotó sin perder el libreto.<br /><br />Cargado de bronca e impotencia volvió al portón de chapa del taller, aunque esta vez los golpes no fueron suaves. Un nuevo mecánico, lleno de grasa y con mameluco azul le abrió gentilmente. Aníbal no estaba, pero el Peugeot sí, por eso Adrián junto a su amigo Raúl intentaron darle marcha, pero fue en vano. El coche no quería arrancar.<br /><br />A los empujones y con la vena aorta a punto de estallar, lo sacó del taller. Lo enganchó en el auto de Raúl y se lo llevó al viejo mecánico familiar de Rivadavia.<br /><br />Casi por arte de magia, el experimentado mecánico del Este tocó algunas cosas, sopló por largas mangueras y el Peugeot arrancó. “Ya está nene, se habían olvidado de poner una tapa y el auto chupaba aire”, soltó.<br /><br />Adrián regresó contento. Miró su auto y era una costra de polvo, casi 20 días parado, con lluvias y vientos. Decidió llevarlo a lavar.<br /><br />Tras una hora con espuma y agua el auto lució brillante. Adrián se arrimó a la caja del lavadero y se llevó una sorpresa. El encargado lo llamó a su oficina privada y le entregó una extraña foto de su auto con alfileres clavados y extraños dibujos. Según el personal del lavadero la habían sacado hecha un rollo de un lugar poco accesible entre el tapizado del coche.<br /><br />Adrián agradeció el gesto, rompió la foto y se subió al coche. Arrancó bien y notó que su andar era más suave. Sonrió por haber llegado al fin del cuento y decidió ir a visitar a unos amigos para celebrar el cierre de un a mala etapa.<br /><br />En pleno viaje el auto comenzó a subir de temperatura en forma acelerada, entonces volvió al viejo hábito de tirarse a la banquina.<br /><br />Con agua intentó sin éxito bajar el calor que emanaba el coche. Un camionero que andaba cerca se arrimó a Adrián y tras examinar el motor y el bidón del agua soltó: “Se te quemó la junta de tapa, sale como una luca”. Y Adrián se dejó caer sobre el respaldar del asiento delantero, mordiéndose los labios.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-8662306211037976242009-12-22T09:37:00.000-08:002014-06-22T18:28:55.248-07:00Un pariente incómodo<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSDj-iud0C8ykwUQnSFkaO9Hp7xa6HcMLv05Ga3zMNAMETGJQnPXJollvAxJEExQNzkHC9GLcHF6ndDi1NX4TwGScrVX-8bg4wYHcdV8iA3NzQh_1JSsz3RphH8u8DfwA1kqalxvykVvRt/s1600-h/libros.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSDj-iud0C8ykwUQnSFkaO9Hp7xa6HcMLv05Ga3zMNAMETGJQnPXJollvAxJEExQNzkHC9GLcHF6ndDi1NX4TwGScrVX-8bg4wYHcdV8iA3NzQh_1JSsz3RphH8u8DfwA1kqalxvykVvRt/s320/libros.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5418116492265545602" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 194px; margin: 0 10px 10px 0; width: 320px;" /></a><br />
Por Patricia Rodón<br />
<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/177577-Un-pariente-inc%C3%B3modo/">Los libros y la escritura fueron sus pasiones. En su última pieza literaria, su testamento, madlijo a su descendencia si no cumplía con publicar su obra inédita. Para recordarles el "texto" durante años se manifestó como humo, hizo volar libros y mantuvo a la biblioteca misteriosamente libre de polvo.</a><br />
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<a name='more'></a><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Había abordado un tren en las proximidades de su pueblo dejando atrás a una madre viuda, dos hermanos menores y una novia en medio de una confusa escena en la que no faltaron las lágrimas, los buenos augurios ni las promesas de fidelidad.<br /><br />Joan partió en 1898 hacia “la América” en busca de un trabajo que le permitiera socorrer a su familia que apenas sobrevivía al hambre. Su destino era Argentina y su vehículo, un traqueteado barco de vapor.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: left; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 0px; margin-right: 10px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img id="img_67249_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/157/157076/4b22bad1903fa.jpg" style="border: 0px;" title="Maletas" vsmid="157076" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
No tenía mucho. Apenas dos maletas: una con ropa y otra con libros. Cada uno de éstos ostentaba una inscripción: Joan Font. Primera biblioteca.<br /><br />En Buenos Aires trabajó como ayudante de cocina, pero su mundo secreto estaba en los giros de dinero que le enviaba a su madre, en las cartas que le escribía a su novia y en los libros que compraba regatéandole al estómago más de una comida.<br /><br />Diez años después volvió a su pueblo con cuatro maletas: una con prendas de vestir; las otras tres, con libros. Encontró a su madre más cansada y a sus hermanos crecidos. Su novia se había casado y criaba cinco niños.<br /><br />Esto fue insoportable para él. A poco de su regreso y casi sin despedida, tomó sus maletas, el tren, el barco, otro tren y antes de darse cuenta estaba en Rosario con dos mudas de ropa y un puñado de libros.<br /><br />Allí se concentró en el trabajo, se casó, prosperó y tuvo tres hijos. Siguió comprando libros y leyendo. Sus nuevos tesoros llevaban la nota: Joan Font. Segunda biblioteca.<br /><br /><strong>El poder de la palabra</strong><br /><br />Entre cacerolas y recetas de <em>oeurs d´ouvre</em> descubrió su afán por la escritura. Para nadie era ya un secreto su pasión por la literatura, por las aventuras de Salgari y Dumas y las ediciones baratas de editorial Tor.<br /><br />Comenzó a escribir cuentos. Se afanaba sobre los originales arrancados a una Olivetti de dos tintas: roja y azul, ante la mirada incrédula de su esposa, la abuela Marta, analfabeta hasta el día de su muerte.<br /><br />Mientras crecían sus hijos y sus fantasías, su talento como cocinero era solicitado por los grandes restaurantes de Argentina. Así llegó a Mendoza contratado por los hoteles Villavicencio y Potrerillos, que en la década del ´40 estaban en su esplendor.<br /><br />Puntualmente, le enviaba dinero a su madre, mientras escribía sus textos, compraba libros (que en la sección cuyana rezaban: Joan Font. Tercera biblioteca) y asistía, en un admirable ejercicio ambidiestro, a las reuniones de la SADE local y del sindicato gastronómico, del que llegó a ser secretario general.<br /><br />Sin embargo, él era escritor. Y no uno cualquiera. Cuando su primer libro de cuentos mereció alguna discreta reseña en el diario Los Andes, ya no se detuvo. Ningún género literario le era ajeno. Como si estuviera diseñando un menú, hizo de la novela su “cocina de autor”, del ensayo su plato fuerte y de la poesía su postre inolvidable.<br /><br />La imprenta de Gildo D´Accurzio no tenía secretos para él y sus interlocutores y amigos fueron Benito Marianetti, con el que profesaba una hermandad política; Américo Calí, con el que chanceaba sobre la palabra “capitán”; a Ricardo Tudela y a Jorge Enrique Ramponi le había arrancado sendos autógrafos.<br /><br />A su muerte, la mayoría de sus trabajos quedaron inéditos. Joan no tuvo mejor idea que ejercer su amor por las palabras en un último texto que no por su carácter legal resulta menos literario: en su testamento maldijo a toda su descendencia. Todos sus herederos serían malditos –hijos, nietos, bisnietos y tataranietos- si no publicaban sus libros privando a la humanidad de su preciosa obra.<br /><br />Con su magra herencia, los hijos se ocuparon de pagar juicios por usura, reservar una pequeña suma para su madre Marta y saldar holgadas cuentas con Simoncini y Gómez, la entonces famosa librería mendocina,<br /><br />La primera, segunda y tercera bibliotecas fueron saqueadas. Pero más allá del daño de “arruinar” una colección por el hurto de un solo título menor, el grueso del lento trabajo acopiador de Joan quedó a salvo.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: left; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 0px; margin-right: 10px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img id="img_67401_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/157/157078/4b22bb68c2a3b.jpg" style="border: 0px;" title="Libros" vsmid="157078" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
<strong>Los libros y su biblioteca</strong><br />Juan, su hijo menor, había heredado el hábito de la lectura y los libros eran para él un tesoro. Conservó las “bibliotecas” de su padre en su propia casa.<br /><br />A pocas semanas del entierro un perfume que evocaba al incienso comenzó a emanar de los muebles que contenían aquéllos libros. Sobre todo el más grande, bellamente trabajado en madera fina y vitrinas biseladas, con treinta estantes sirviendo en doble fila a la pasión Font por los libros.<br /><br />El perfume, que aparecía y desaparecía, llamó la atención de la familia y de quienes la visitaban. Ninguna de las explicaciones lógicas le sirvió a la segunda generación Font para dirimir el misterio cuando las volutas de humo comenzaron a rodear la biblioteca ni a erguirse en medio del living repentinamente.<br /><br />El temor no tardó el llegar ni tampoco el recuerdo de la maldición. Una cuñada de Juan, esas que juegan a la quiniela y siempre ganan, sugirió llamar a una bruja. A regañadientes, los Font argentinos se sometieron al torbellino de plegarias, abanicazos de sahumerios varios y al manual de imprecaciones contra fantasmas letrados.<br /><br />La última del desfile de los voceros del más allá fue una señora gordita, con el cuello tapizado de cruces de plata y un enorme cuchillo en la mano. Sus pases mágicos hirieron la inteligencia del abuelo quien hizo saltar el arma unos cinco metros desde el estante de los poetas franceses para brincar enloquecido en el piso como un pez en el asfalto.<br /><br />Nada funcionó. Era evidente que Joan estaba allí y que había que cumplir su mandato. Pero no era posible. Los Font de aquí eran tan pobres como los Font que el abuelo había dejado en su pueblo hacía más de 60 años.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: left; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 0px; margin-right: 10px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img id="img_67547_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/157/157080/4b22bbfae73f1.jpg" style="border: 0px;" title="Libros" vsmid="157080" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
<strong>Un pariente incómodo</strong><br /><br />Los años pasaron y todos se acostumbraron al humo. Hubo progresos, ventas, mudanzas y cada vez más libros. En la casa que los Font consideraron como definitiva los libros tenían un lugar preferencial. Juan tenía tres hijos que resultaron curiosos lectores.<br /><br />El fantasma estaba siempre presente pero no lo consideraban una amenaza. Aunque habían tenido que vender los muebles que los albergaban, sus libros seguían allí. Pero cuando el hijo mayor de Juan empezó a garabatear sus primeros poemas en la vieja Olivetti, el abuelo protestó en serio.<br /><br />Las columnas de humo aparecían en cualquier parte de la casa, había olor a incienso hasta adentro del lavarropas y los libros empezaron a volar, como pájaros ciegos, por el living.<br /><br />Para Juan, el hijo de Juan, era interesante analizar qué libros arrojaba su abuelo. Pero para los demás, se convirtió en una pesadilla.<br /><br />Así, otra vez, diez años después, llegó la procesión de curas y brujas, cada uno con sus respectivas bendiciones, a los que se sumó una variopinta cabalgata de mentalistas y videntes porque ya había empezado la new age y tampoco era cuestión de dejarlos afuera.<br /><br />Nada funcionó. El abuelo seguía allí exigiendo la edición de sus libros.<br /><br /><strong>Un poeta menor</strong><br /><br />Donde menos lectores tiene un escritor es dentro de su propia familia. A Joan nadie lo había leído nunca, excepto sus distraídos amigos, ya puntualmente fallecidos. Pero Juan, el hijo de su hijo, había pasado de las intensas lecturas de su infancia y del garabato adolescente de sus primeros poemas al descubrimiento de una vocación irredenta: la literatura.<br /><br />Mientras sus hermanos recibían todos los días la visita de Joan en sus diversas manifestaciones entre los libros nuevamente dispersos -por las mudanzas que suelen suceder a los matrimonios y los intereses personales-, estudió literatura, leyó a su abuelo y conservó los originales malditos.<br /><br />Pero Joan se puso en lo que era: un anarquista cabal. Atacó con bombas de humo masivas, misiles de incienso y libros como bumerangs a los hermanos de Juan, quienes con buena lógica y mejor instinto, regresaron los libros que tenían de la primera, segunda y tercera bibliotecas a la biblioteca mayor.<br /><br />En cuanto lo hicieron, desaparecieron los fenómenos. Y los hermanos de Juan pudieron rehacer sus vidas prescindiendo de no pocas joyas bibliográficas.<br /><br />Al poco tiempo, Juan, el hijo de Joan, murió. Su esposa tampoco quería los libros malditos. Ni los originales ni nada que le evocara a los Font catalanes. Por decantación natural, todos los libros pasaron a Juan, ya profesor de literatura.<br /><br />Cuando el nieto reunió por primera vez en treinta años todos los libros que habían sido de las bibliotecas de su abuelo y sus manuscritos, copia del testamento incluido, Joan se desvaneció.<br /><br />El humo era tan habitual en la vida de Juan que ya no le daba importancia. Un día se dio cuenta de que el olor a incienso merodeaba sólo en algunos libros, los muy antiguos, pero que en el resto, magníficamente conservados, no había huella alguna del abuelo salvo los escolios y los recortes de diarios que usaba como señalador cien años antes y que él jamás sacaría de esa página.<br /><br />Todo indicaba que el abuelo se había ido. Que su descendencia no le iba a publicar ninguno de sus inéditos porque en realidad no eran tan buen escritor. Joan había comprendido. Había capitulado.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img id="img_67634_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/157/157081/4b22bc52453f7_584_!.jpg?s=e0cf40166dddca0966c6563bd260a1b6" style="border: 0px;" title="Libros" vsmid="157081" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><strong style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">La llave de la biblioteca</strong><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Años más tarde, Juan conoció en el trabajo a un compañero que se llama Fonts. Le preguntó sobre su familia, sus abuelos, su historia y parecían no tener nada en común salvo el apellido catalán y el buen humor. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Juan atesora, entre todos, un libro de su abuelo: “Historia de la villa de Font”, publicado en 1854, donde, además de la historia del pueblo, se ofrece un índice onomástico completo y se detallan las relaciones de parentesco entre sus habitantes. </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Al consultarlo, Juan descubrió que había algo entre los Font y los Fonts. Hace doscientos años fueron primos. Decidió prestárselo a su compañero para que se lo mostrara a su madre y ver si reconocía los nombres, </span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Los siete días que el libro estuvo en poder de los Fonts la habitación que Juan había destinado a la biblioteca se llenó de olor a incienso, las columnas de humo parecían arder en torno de los estantes y toda la sección de literatura española se había cubierto con una espesa capa de polvo que no había tenido nunca.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Al devolverle el volumen, Fonts le dijo a Font: “Mi mamá cree que mi abuela era la novia de tu abuelo. Tiene un atado de cartas ya muy amarillas firmadas por él. ¿Querés leerlas?”. Juan le dijo que no, muchas gracias.</span><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><br style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;" /><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">En cuanto regresó el libro a su lugar, el humo, el incienso, el polvo, todo desapareció. El que no ha desaparecido es el abuelo.</span><br />
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">-----</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/03959459144750261960noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6087410583626450212.post-26954788870284703462009-12-22T09:33:00.000-08:002014-06-22T18:30:39.347-07:00Maldición contra la familia CostaPor Gabriel Conte<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-zf_Yn9umHltcZp7YVML1RhGAki2Qdgo1vZv05Ig7ps716WNdHcJNCQje2ONUlwYeEfo3Ky0u4HREv1_ZYnTJq9IR3V4oBY19AhPw18q04_rdUkFsH86pk4MTponHSRNGv_YDsL7crHhi/s1600-h/ni%C3%B1os.jpg"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-zf_Yn9umHltcZp7YVML1RhGAki2Qdgo1vZv05Ig7ps716WNdHcJNCQje2ONUlwYeEfo3Ky0u4HREv1_ZYnTJq9IR3V4oBY19AhPw18q04_rdUkFsH86pk4MTponHSRNGv_YDsL7crHhi/s320/ni%C3%B1os.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5418115875686093986" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: left; height: 222px; margin: 0 10px 10px 0; width: 320px;" /></a><br />
<a href="http://www.mdzol.com/mdz/nota/175680-Maldici%C3%B3n-contra-la-familia-Costa/">Un hombre vestido con traje gris se aparecía con una regularidad casi familiar por la galería del caserón de San José, en Guaymallén. El abuelo, a quien hoy los testigos señalan como referencia de toda la historia, minimizó siempre el asunto y recién vino a echar algo de luz sobre esa presencia en medio de un Alzheimer, en el final de su vida.</a><br />
<br />
<a name='more'></a><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Vicente Costa, el abuelo, vivió casi todo su matrimonio en una vieja casona que salía a dos calles, que aun está en pié –aunque como propiedad de otra familia- sobre Correa Saá.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: right; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 10px; margin-right: 0px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img height="217" id="img_57440_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/155/155504/4b17e61fa32ca.jpg" style="border: 0px; height: 187px; width: 262px;" title="Foto vieja" vsmid="155504" vsmsource="Web" width="335" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Había llegado a la ciudad desde el campo, desheredado por “alta traición” a su familia, cuando enamoró y embarazó a la empleada doméstica de sus padres.</span><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Sin embargo, ese no sería el mayor estigma de su familia: lo era una maldición que el apellido Costa cargaba desde el Viejo Continente, por cuestiones que jamás se lograron decodificar.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
¿Qué tiene que ver aquel hombre vestido de impecable traje, sesentón, según las versiones con la maldición? Mucho, aunque esa relación sólo se ventiló hace una década, cuando el abuelo, poco antes de morir, lo reveló.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
<strong>El fantasma</strong></div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Aquel fantasma gentil aunque adusto, mudo e impecablemente vestid que pasaba por la galería a la que daban los dormitorios de la casona, no había sido –como el abuelo definió al mentirle a toda su familia- el espíritu del esqueleto con el que uno de sus hijos estudiaba medicina.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: left; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 0px; margin-right: 10px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img id="img_58399_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/155/155512/4b17e9df45926.jpg" style="border: 0px;" title="Traje gris" vsmid="155512" vsmsource="Web" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Esa había sido la versión que todos llevarían consigo, aun entrados en años. Los hijos de Vicente y sus nietos también, lo buscaron durante décadas, hablaban de él y abundaban en historias al respecto de difícil credibilidad.</span><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
De hecho, Tiburcia Ortiz, la abuela, murió habiendo sigo testigo de aquella presencia que, a ella y solo a ella, le molestaba, mientras que al resto de la familia le divertía. Nunca supo la verdadera función, digámoslo así, de El Hombre del Traje Gris.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Tomó así una denominación que, posiblemente, al promediar el siglo pasado alguien de la familia escuchó o leyó por allí, de alguna referencia al libro homónimo de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Sloan_Wilson" style="-webkit-transition: color 1500ms; color: #c01700; text-decoration: none; transition: color 1500ms;" target="_blank">Sloan Wilson</a>, el autor estadounidense que, con el libro en cuestión, formuló lo que <a href="http://www.elpais.com/articulo/agenda/Wilson/_Sloan/Sloan/Wilson/hombre/traje/gris/elpepigen/20030530elpepiage_11/Tes/" style="-webkit-transition: color 1500ms; color: #c01700; text-decoration: none; transition: color 1500ms;" target="_blank">se considera</a> "una de las mejores creaciones de la cultura popular de los cincuenta".</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
<strong>La maldición</strong></div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Luis Costa viajó en barco desde Europa. Lo esperaba “la América” para fundar una familia y venía acompañado por padres y hermanos cargados de esperanza.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: right; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 10px; margin-right: 0px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img height="217" id="img_57508_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/155/155505/4b17e66376805_584_!.jpg?s=58197d3abf10f349ab399b6f4fcb3882" style="border: 0px; height: 179px; width: 246px;" title="Barco" vsmid="155505" width="246" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Pero sobre todos ellos había caído una maldición, “culpa de su padre”, dirían luego. Luis llegó al puerto de Buenos Aires acompañado sólo por dos de sus hermanos. El resto de la familia enfermó y murió, uno tras otro, a lo largo del viaje.</span><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Ya aquí, tras atravesar el país, Luis se radicó e hizo alguna fortuna. Las enfermedades le llevaron a su esposa y a dos de sus hijos. Y algo similar les pasó a sus hermanos: se pelearon “a muerte” por cuestiones vinculadas a las finanzas, pero más que nada, aseguran, “a la estupidez humana”. Luis supo que al menos dos sobrinos, uno por casa hermano, también perdieron la vida prematuramente.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Vicente fue uno de sus hijos sobrevivientes. Se enamoró de la empleada doméstica que tenían en la finca de San Martín y la joven quedó embarazada.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Esto los obligó a huir hacia Mendoza. Buscó trabajo urbano, lo consiguió y, con gran esfuerzo, lograron levantar la casona de calle Correa Saá.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
El primogénito que originara la ira de la familia nació y creció junto a cinco hermanos. Pero dos de ellos murieron: uno pocos días después de nacer y la otra, no bien empezó a caminar.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: left; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 0px; margin-right: 10px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img height="183" id="img_57605_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/155/155506/4b17e6c5811fa.jpg" style="border: 0px; height: 157px; width: 239px;" title="Viejas" vsmid="155506" vsmsource="Web" width="263" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Fue allí que Vicente retomó la idea de aquella maldición con que cargaba el apellido familiar, aunque evitó contárselo a Tiburcia, su esposa. Sacó cuentas: la suya era la tercera generación y la maldición incluía a cinco, en total.</span><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Con los sobresaltos que sólo otorga salir de una tristeza para entrar en otra de dimensión mayor, transcurrieron nacimientos, enfermedades y muertes hasta que los hijos de Vicente repitieron la historia de la vida: se casaron y multiplicaron.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Los tres hijos que quedaban fueron padres. Los tres hijos perdieron un hijo cada uno y, así y todo, una veintena de nietos le regaló la golpeada vida a Vicente.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
Pero la cadena no se había cortado: faltaba una generación más y él lo sabía.</div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
<strong>La revelación</strong></div>
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
“Cinco generaciones de tu familia sufrirán por esto”, aseguran hoy los descendientes que fue el juramento de quien se vio traicionada y reaccionó, elaborando y profiriendo el maleficio.</div>
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</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="vsmimage" style="color: black; float: right; font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-left: 10px; margin-right: 0px;"><tbody>
<tr><td><div class="image">
<img height="229" id="img_57743_1" src="http://www.mdzol.com/files/image/155/155508/4b17e74edd27f_584_!.jpg?s=1536a8f793ac552e383cb6b229dd3c17" style="border: 0px; height: 131px; width: 222px;" title="Niños" vsmid="155508" vsmsource="Web" width="222" /></div>
</td></tr>
</tbody></table>
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px;">Y así fue.</span><br />
<div style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', Times, serif; font-size: 16.363636016845703px; line-height: 22px; margin-bottom: 32px;">
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Vicente lo contó en medio de su laberíntica condición mental: el Alzheimer lo había transformado en un payaso para sus nietos, contando chistes repetidos, jugando como un niño, olvidando hasta su propio nombre.</div>
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Pero un día Vicente despertó con una extraña lucidez. Fue un domingo, delante de sus nietos, que lo adoraban. Bordeando los cien años de vida, contó todo: lo de la maldición, lo de las muertes que se habían producido. Abundó en detalles y apenas sus hijos y nietos atinaron a tomar nota o a darle crédito a lo que contaba.</div>
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Y allí les dijo, también, dos cosas muy importantes: “Falta una generación” y “por eso El Hombre del Traje Gris nos acompañó todos estos años”.</div>
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Aquel fantasma vestido como para ir a misa, siempre, no había sido el alma en pena de la baqueteada calavera del estudiante de medicina, sino la figura de una especie de “vigía” o “garante” del cumplimiento de la maldición. “Un lúgubre recordatorio”, lo explica hoy Sofía, una de las nietas que, para más datos, perdió a su hijo a los 45 días de nacer. Algo parecido de lo que les ocurrió, también, a 9 de sus primos.</div>
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<br /></div>
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<strong>Nota del autor:</strong> Se preserva la dirección exacta y los nombres reales de los miembros de la familia, por especial pedido. La historia es tal cual la relataron sus miembros. Las fotos son meramente ilustrativas.</div>
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